Fortuna
Por José Carlos Pedroza
Para Fortunata, quien tuvo una buena vida.
Era la guerra,
tú
atada a carrozas y cajas,
zarpazo que divide la memoria en cuatro gajos desiguales,
estabas hecha de noche y girasoles,
y de luz que se abría paso entre tu pelo,
frágil como como un Diente de León a mitad del llano,
también fuiste la paz de tu cuerpo depositado delicadamente sobre la tierra del invierno.
De madrugada Ibas al campo y te sorprendió certeramente el enemigo,
de qué otra forma podría ser.
Tu cuerpo, recogido como pequeña diosa, rodeada de rocas y de lirios.
La reina
madre de nosotros los desamparados,
los que sabemos cómo son los amaneceres y los celos
te llevó en el pecho y con sus manos y piel rasgaron la tierra cómo se rasga la sangre que aún no se
enfría,
puso piedra y luna sobre la tumba.
Sin decir nada llena del más espeso de los llantos se fue como tú llegaste,
junto a las lilas y las biznagas de agua.