Que ella fuera como un lienzo
Por Sergio Torres
Uno quisiera que ella fuera como un lienzo donde trazar sueños, colocar caricias, concretar alegrías cotidianas. En este siglo estaría mal, sería intentar embotellar una ilusión a la realidad de mis dos manos. En el siglo pasado, considerarle cosa mía era poesía y era desarrollar una pertenencia mutua para la eternidad.
Ella no es un lienzo, es algo distinto, es mar y viento, montaña y fuego; se mueve y aquieta a su voluntad sin motivo aparente, sin lógica alguna. Tenerle cerca es como presenciar el meteoro sucediendo, más no puede hacerse. Uno trasvasa sus tormentas y días calmos a besos, abrazos y tocamientos varios, a tazas de café, a salidas al cine, a waffles con miel de maple y tocino, a escritos pasados en papelitos que atesorar, a flores compradas en la calle, improvisadamente, con la intención de que ella se interese en volver otro día a compartir el amanecer, la noche, el pan con mantequilla. Uno sabe que no sabe nada de ella, así la haga uno reír a carcajadas. Es un juego de azar.