Foto Carmen Chávez
Emanaciones
Por Jaime Chavira Ornelas
El día nublado da un respiro a las altas temperaturas de verano. El sol debe estar un poco -o un mucho- molesto con alguien en la galaxia, pues sus rayos son intensos y con cierta malicia de hacer daño. Sin embargo, el anciano sentado en la banca muestra que ya ha vivido lo suficiente como para darle demasiada importancia a dichos rayos solares. Su rostro pálido y arrugado expresa paz y tranquilidad; su cuerpo emana recuerdos, vivencias de la niñez y juventud. Todos flotan en el viento y se internan de nuevo en su cuerpo, más recuerdos: una bella mujer que murió hace poco, viajes, personas, sus hijos. Él solo suspira profundamente, se frota las manos y el rostro, y alza la mirada al cielo. Sus ojos, pequeños pero intensos, buscan algo en el firmamento. Es una pareja de tortolos que se enamoran con un perfecto vuelo, él los sigue con la mirada hasta que se pierden en el profundo cielo azulado.
En otra banca, no muy lejos, está sentado un joven de cabellera larga y mirada perdida. Solo ve pasar los autos y camiones, y de su cuerpo emanan figuras geométricas de colores. También aparecen extraños animales voladores, parecidos a dragones, que se persiguen tratando de devorarse entre sí, pero de repente se convierten en uno solo. Además, surgen rostros que parecen ser los de su padre y madre, gritándose, aunque desaparecen casi de inmediato.
En otra banca, está una pareja abrazada, y sus cuerpos desprenden sentimientos en forma de signos musicales. Son baladas que los incitan a besarse y abrazarse más fuerte, tanto que se fusionan y ahora son un solo ser, envuelto por los signos musicales como un remolino de sentimientos.
El día sigue nublado, y los huéspedes del parque se van yendo poco a poco, caminando por el camellón hasta confundirse entre la gente. A lo lejos se puede observar a un grupo de jóvenes que caminan hacia una cafetería cercana; son ocho: cuatro hombres y cuatro mujeres. Entre risas y gritos, llegan a la cafetería y entran. Afuera de la cafetería, hay una señora parada, muy atenta, observando al grupo de muchachos. Entra en la cafetería, se sienta cerca del grupo y pide un té chai con crema y unas galletas de canela. Saca una libreta y una pluma fuente de color rojo y azul, abre su libreta y escribe todo lo que ve y escucha, describiéndolo a detalle. Los muchachos siguen con sus risas y uno que otro grito.
La mujer irradia rostros siniestramente enmascarados; son personajes oscuros que no ríen ni gritan, sino que abren sus bocas -que más bien son fauces- y vomitan pequeñas criaturas voladoras que se adhieren a cadáveres putrefactos. De su pluma fuente roja con azul, también emanan símbolos indescriptibles que se entierran en un campo humeante, con olor a desolación. Ella sonríe, satisfecha de lo que escribe.
Los muchachos proyectan de sus cuerpos personajes desnudos que bailan al ritmo de música progresiva. Los cuerpos se contraen y se fusionan; ahora son uno solo. Todos emanan un perfume narcótico que invade el ambiente en otra realidad, en otro mundo donde solo ellos pueden convivir y disfrutar de un amor libre y limpio. Toda esa esencia paraliza el tiempo en el mundo abstracto emanado de los ocho cuerpos, que siguen sonriendo y suspendidos en la realidad de una juventud permanente, donde el tiempo es solo una mera medición.
La mujer de la pluma fuente roja y azul paga su cuenta, sale de la cafetería, atraviesa la avenida y camina rumbo al centro. Su paso es rápido y firme, y pronto se pierde entre las calles. Los muchachos siguen divirtiéndose y lo demuestran con sus sonoras carcajadas. Después de dos horas de algarabía, salen de la cafetería, se despiden, y cada uno se marcha en diferentes direcciones.
Al parque llegan nuevos personajes, y a la cafetería también. El espacio se llena de nuevas emanaciones, que se fusionan con otras que surgen de todos los seres vivos en el planeta. Fluyen sentimientos, miedos, pensamientos, deseos, ilusiones; todas flotan y se integran al caudaloso río que se eleva al cosmos y viaja a otras dimensiones, donde se fusionarán para convertirse en energía positiva, la cual será depositada en otros mundos habitados por seres de luz.