El mundo de Alfredo Espinosa. Carlos Gallegos

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El mundo de Alfredo Espinosa

 

 

Por Carlos Gallegos

 

 

El viernes tuve la feliz oportunidad de visitar La Casa Feliz, el museo/ casa / taller de Alfredo Espinosa Aguirre, nuestro ilustre paisano del Sector Oriente, del Sector Sur, de la Loma de Pérez, del Delicias al que ama, al que le escribe, el que dibuja, al que esculpe en su añoranza, al que recuerda en su imaginación, al que visita y se pierde en los vericuetos en los que se perdía cuando ahí vivía.

Dice que es el mismo Delicias de antes, el que él recuerda, pero que es otro al que no recuerda.

La biblioteca de la Plaza de la República, a donde acudía a leer libros prestados, es la misma y no es la misma. Ya no están los libros que le prestaban.

La subida de la Loma de Pérez donde vivió es la misma, pero en cada visita le resulta más difícil de subir.

La última vez que estuvo en el Sector Oriente se fue llorando. La casa donde vivió es ahora una casa de retiro habitada por ancianos tristes que lo miraron llorando, pidiéndole que los llevara con él.

Fue al Sector Sur a ver la casa de su infancia, más los años han podrido sus adobes y las yerbas han tapado la puerta por donde entraba a su pequeño reino. Solo encontró al sonriente fantasma con el que jugaba a la rayuela y al trompo de mezquite.

Se va y regresa al Delicias que añora, regresa con la esperanza de encontrar a aquella novia de su primera juventud a la que no olvida, no se resigna a no encontrarla para regalarle un girasol de los girasoles que dibuja en la soledad de su orfebrería, en su taller donde dibuja y esculpe sus sueños, donde se ríe de sus pesadillas y exorciza sus demonios.

En mi periplo me acompañaron César Camacho y Fredy González.

El colega aprovechó para intercambiar conjuros y frases esotéricas con el siquiatra; el bailarín para bailar en el florido patio con una de las catrinas a las que el escultor sopla vida de yeso blando y papel maché.

El goloso anfitrión para saborear dos chorreadas, ese pan con pizcas de piloncillo que solo en Delicias se hornea.

Rosario, su mujer, para hacer gala de atenta anfitrionía y para tratar en vano de que su marido no coma tanto piloncillo.

Yo para filmar con mi camarita elemental el video que les ofrezco en mi blog de Facebook con la intención de que guarden una crónica de un viernes feliz en la Casa Feliz, donde refulge al sol multicolor de las mariposas, donde riman los poemas que ahí se escriben, donde se respiran fugaces instantes de la paz de la que carece el mundo de puerta afuera.

Donde sueña el siquiatra, escritor, poeta, escultor y pintor.

Donde vive feliz de vivir ahí, hombre entregado a aliviar penas, a abrir mejores caminos.

A escribir y describir el mundo, su mundo, nuestro mundo cambiante, inestable, sereno y tormentoso, nublado o asolado, de cielos estrellados o cielos oscuros, donde vivimos todos a la espera de un mundo que se asemeje al mundo que el pintor pergeña en sus paisajes de flor y sol.

 

 

 

 

Carlos Gallegos Pérez es licenciado en comunicación por la UNAM, licenciado en periodismo por la UACH. Fue coordinador de comunicación social de la UACH, así como también fue coordinador de comunicación social en Gobierno del Estado, ganador del Premio Chihuahua de Literatura y del Premio Nacional INBA Novela de Testimonio. Autor de varios libros, actualmente es cronista de Ciudad Delicias.

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