Café Combate
Por Jesús Vargas Valdés
En los años de mi niñez solamente se conocían tres tipos de café: el negro, el café con leche y el café en jarro (con canela y piloncillo). En Parral había tres molinos: Café Colón; Café Combate y el de los Medina, que vendía tres marcas: Negro, Sol y Rio, estos tres se envasaban en sobrecitos de 50 gramos y se podían comprar en todas las tiendas por veinte centavos.
Desde los años cincuenta, el Café Combate patrocinó un sistema de publicidad que pegó mucho entre los jóvenes. Se le conoció simplemente como «El vocero»: un sistema de bocinas que después de cada canción anunciaba el café con una tonadita muy pegajosa.
Este vocero se hizo famoso durante muchos años entre quienes por una antigua tradición acudían los domingos a «dar la vuelta» en la plaza principal. Desde el atardecer empezaban a desfilar muchachas y muchachos formando círculos encontrados. Era como pasarela donde se miraban y se conectaban los y las que buscaban el amor de su vida. Arriba del quiosco estaban las grandes bocinas de donde salía la música romántica de moda.
Las dedicatorias se hacían desde una caseta ubicada enfrente de la plaza a donde acudían los que querían hacer públicamente las dedicatorias. Por cincuenta centavos se ponía la canción y se mencionaba el nombre de la señorita y del que la dedicaba. Tal vez por esa ingeniosa estrategia de mercadotecnia el café Combate era el más popular. En las loncherías, en los restaurantes, en las casas cuando se pedía el café solo había dos maneras de pedirlo: Negro o con leche. ¿Cuándo dejó de nombrarse «café negro» para convertirse en «café americano» y ¿por qué?