la columna de Bety
Una mujer libre
Por Beatriz Aldana
A lo largo de mi extensa vida que ya frisa el 7º piso, mis relaciones amorosas han tenido ciertas fallas, pues no han funcionado del todo, y creo existe alguna razón. Esta pueda tal vez deberse a mi sentido de la libertad, muy arraigado en mí.
Es difícil para la idiosincrasia del género masculino aceptar que una mujer prefiera su libertad a tener una relación de convivencia cotidiana, pues soy el tipo de mujer a quien no le gusta eso y prefiere mantener las relaciones de tipo afectivo sin tanta dependencia del otro. Las relaciones suelen convertirse en algo cotidiano, se pierde la magia, la ilusión del encuentro.
Ya cada vez más distantes quedan una cena, una reunión, un algo distinto. Incluso yo veo mujeres que tienen una relación de pareja y las más de las veces yo no les veo ese entusiasmo, esa algarabía, esa alegría de decir soy muy feliz o estoy muy contenta. Más bien percibo una como sobrevivencia en compañía, y eso es algo que no va conmigo.
No es lo que yo deseo en una relación.
Nunca ha sido así, jamás. Siempre he tratado de que mi relación sea novedosa, significativa, se puede decir que espectacular, porque así la he tratado de hacer: me refiero a mi arreglo personal, a la sorpresa del encuentro amoroso. Desde jovencita me di cuenta de que nunca fue mi finalidad tener una relación a la que sintiera yo un compromiso fuerte o dependiente.
Lo que busco es que ambas personas gocen de su libertad sin estar pendiente el uno del otro. Que cada quien continúe su camino sin que interfiera en el sentimiento, pues se puede amar perfectamente en la distancia, tener ese bonito pensamiento amoroso al despertar o al conciliar el sueño por las noches, pero a lo que siempre le he tenido resquemor es a lo cotidiano a la convivencia, porque suele perderse esa magia que me gusta conservar en las relaciones.
Es muy probable que sea una percepción propia, no precisamente que la generalidad lo sienta de esa manera. En mi caso personal sí lo es, pues yo amo profundamente mi casa, mi entorno, lo que yo hago, por pequeño que esto sea, así sea una salida breve, acostumbro hacer de todo casi una fiesta, pues me esmero en mi arreglo personal, pues para mí es casi un milagro el simple hecho de poder poner los pies en el piso al despertar.
Tal vez eso es lo que me ha permitido llegar a esta edad tan mayor, incluso muchas personas me comentan su incredulidad ante mi edad, me dicen usted aparenta muchísimos años menos de los que tiene, por ese entusiasmo esa alegría interna que proyecta. Yo lo atribuyo a esa total independencia y libertad que he logrado mantener: podría decir que ese es el secreto para estar en armonía constante en toda relación.
Tengo la fortuna de darme cuenta de que he dejado en todas mis relaciones un muy grato recuerdo, y alguna vez he recibido este comentario: pocas mujeres he conocido tan libres como tú, Beatriz.