Aunque pareciera aleatorio, el gato sabía qué tecla tocar
Por Sergio Torres
Aunque pareciera aleatorio, el gato sabía qué tecla tocar, tenía desgastada la madera de tanto pasar por el mismo espacio cada vez, día tras día, rato a rato, pero particularmente a las 17:47, hora en que el sol doraba el entorno con su luz decaída, desfalleciente. El mismo sonido, un clúster intencional de uvas incomibles, de un vino auditivo al que el gato me tenía habituado. Tal vez leía el ritmo extenuado de mi corazón, a esa hora precisa, y pactaba un hábito rítmico para seguir latiendo, con todo, a pesar de todo, sobre las cosas. La noche se acerca, una noche vestida de eternidad, de olvido, de melancólica dejadez. Noche y luna negra. El fin del mundo al piano.