¿A qué viniste al mundo? ¿Cuál es tu propósito de vida? ‒me preguntabas mientras mi brazo hacía un arco detrás de tu espalda
Por Sergio Torres
¿A qué viniste al mundo? ¿Cuál es tu propósito de vida? ‒me preguntabas mientras mi brazo hacía un arco detrás de tu espalda desnuda y mis dedos acariciaban tu oreja, tus ojos brillantes, de un café brutalmente feliz, casi mocca, no disimulaban ni un poco lo irrelevante de la pregunta ni la importancia de la respuesta, de seguirte el juego propuesto sin dejar caer esa burbuja de burla, libertad, condición, búsqueda de complicidad e ingenio, de inteligencia compartida. Vine, te dije, a intercambiar caricias contigo: por cada beso tuyo, diez míos; por cada roce de los dedos tuyo, siete de los míos; por cada mirada tuya, una miríada de miradas mías, que van desde anhelarte de lejos a ahogarme en la profundidad de tus negros ojos mientras mi piel, ajada de la aspereza del mundo, persigue la suavidad de tu cadera, la humedad de tus labios, la oquedad de complaciente bienvenida a mis viriles rijos. Vine a acompañar tu mañana con mis sueños, mi querer transformar el mundo inventando mundos nuevos, aquí, contigo.