Un eco. Almudena Cosgaya

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Dintel de Almudena

Un eco

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

Emerjo del subterráneo, un espectro solitario en un mundo de vivos. Camino como un cadáver hacia su tumba, observando a las almas que pasan a mi lado. Ya no sonrío, he renunciado a ese gesto vacío, pues todos ellos poseen lo que yo anhelo. El mero pensamiento de ello enciende la ira en mi pecho.

Llego al trabajo, un lugar tan muerto como yo. Mi jefe aún no ha llegado, y mientras espero los fantasmas de la vieja oficina me acosan y susurran en mis oídos. Luego escucho llegar a los demás, con sus sonrisas y alegría que me enferman. Sus carteras llenas no hacen juego conmigo, es que no es bueno que se junten el hambre y las ganas de comer.

Anhelo el día quince de cada mes. Aunque llega rápido y se va de igual manera, mientras que con los otros se queda más el tiempo. Y mi lengua comienza a hormiguear en su contra.

No soy un mendigo que pide por Dios o por sus hijos, solo deseo que llegue más y más, sin importar lo que tenga que hacer. Ejercito una forma de mendicidad coercitiva, al igual que algunos animales. Molesto, ya no me veo en el espejo. No alimento mi cuerpo para que pueda durar más.

Entonces comienzo mi recorrido, y quisiera decir que mi vehículo se convierte en mi noble corcel, pero no tengo tiempo para cursilerías baratas. Solo hago lo que me piden y nada más, no quiero que la gente se detenga a decirme cosas, como esa de sonreír. Solo vine a trabajar por unos cuantos pesos y, ahora que no hay nada en mi bolsillo, me encuentro con ella. Una anciana que escucha mis palabras y hace eco con ellas. Se ha convertido en mi paño de lágrimas, una aliada perfecta pues cree en mí y en que las circunstancias que nos rodean no son justas. Me quiere. Así que me uno a ella y consigo envolverla en el dicho y en el hecho.

Muchos me miran y piensan que soy un ser atormentado, aunque lo cierto es que ahora que ya nada me importa, más que lograr mi objetivo, porque tengo uno y ella me ayudará a realizarlo. Ahora todo fluye a mi alrededor. No hay más cantos de sirena ni más preocupaciones, salvo pensar qué demonios haré para que la serpiente muerda.

Finalmente llega la hora de salir de ese infierno. Me dirijo a mi refugio y me vuelvo nuevamente un muerto. Cae la noche y creo que ya me conoce todo el barrio. Algunos me miran y otros me ignoran. Y me pregunto, cómo habría sido haber hecho lo que soñaba de niño.

Bostezo un par de veces antes de caer dormido. Mañana, volverá el ciclo. Pero esta vez, no despertaré. En su lugar, me sumergiré en un sueño eterno, dejando atrás este mundo cruel y despiadado. Y en ese último suspiro, el terror se apoderará de aquellos que me conocieron, dejándolos con la aterradora realidad de mi existencia y un par de calcetines les recordará mi pacto.

 

 

 

Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.

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