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Yo opino/ la columna de Aracely
Recordando a Cabral
Por Aracely Sánchez Ruiz
“Hasta Homero Simpson cantó alguna vez No soy de aquí ni soy de allá”, me contó un divertido Facundo Cabral en aquella entrevista telefónica que le hice el 26 de agosto de 2010, previa a su presentación en el Teatro de los Héroes.
Recuerdo como si fuera ayer que al comenzar me preguntó si estaba grabando, y al responderle que no, me dijo: “entonces, me voy despacio”. Sin embargo, nada más entró en confianza y se fue como hilo de media.
Según me relató emocionado, la canción que escribió en 1968 estaba más viva que nunca, “en ese año se vivía la revolución en mi país, todos teníamos la ilusión de cambiar el mundo, de cantar por todos lados, me ha dejado todo lo que te imagines”.
Y efectivamente, luego de que la grabara Alberto Cortez en 1970 y se convirtiera en un éxito, se ha cantado en un sinnúmero de países por muchos intérpretes, entre ellos Vicente Fernández, Lola Flores, Marco Antonio Muñiz. “Hasta Homero Simpson”, señaló riendo.
Añadió que hasta entonces existían alrededor de 700 versiones en 27 lenguas, lo que le hizo recordar conmovido que una vez en Guachochi lo recibió un grupo de tarahumaras cantándola en rarámuri. “Me puse a llorar como un niño, fue tan lindo. Hasta dónde puede llevar la vida una canción. Me dije ‘caramba, si me muero ahora, qué buen momento’”.
Afirmó haber aprendido cosas extraordinarias de la filosofía de los tarahumaras, como aquel que le dijo que si las armas fueran necesarias habríamos nacido con ellas. “Uno no nace para matar”, se lamentó. También le llamaba la atención su sentido de la propiedad al decir que “nosotros estamos prestados en este mundo”.
De los artistas con quienes alternó, Cabral se refirió a la gira que hizo con Alberto Cortez por 17 países; que Vicente Fernández le invitó a cantar en Guadalajara ante más de 20 mil asistentes, “para mí fue insólito, estoy acostumbrado al público del teatro, no más de 800 personas”; también mencionó a don Pedro Vargas, Pablo Milanés y Mercedes Sosa.
Sin embargo, aseguró que caminaba solo todo el planeta, que era independiente y amaba la libertad. “Mi oficio es todo el tiempo estar en contacto con la gente, que es mi familia”.
El cantautor, que habría sido asesinado diez meses después, opinó en ese entonces que “la violencia está instalada en todo el mundo, en mi Buenos Aires, en Chicago…, la estupidez está globalizada, el ser humano va a terminar destruyéndose, la sociedad está enferma, la violencia ha aumentado, hay secuestros a diario, asesinatos, droga. Pero esto va a cambiar, porque el ser humano se debe ir puliendo y purificando”, auguró confiado.
“Hay gente bastante estúpida que se deja pisar, pero yo no vivo con esa gente, hace muchos años que aprendí a esquivar a los pen… vivo con gente sana”, añadió.
A México lo consideraba su segunda patria y le tenía cariño a nuestra tierra. “Cuando voy a Chihuahua, voy con alegría, tengo una buena relación de 38 años”, manifestó.
A propósito, narró que en 1972 conoció a doña Luz Corral en la Quinta Luz, incluso se acordaba del Dodge donde mataron a Pancho Villa; que algunos veteranos de los Dorados lo invitaron a una cabalgata desde Columbus y hasta le prestaron ropa; y que en Parral conoció a don Octavio, que había sido chofer del general y que se había salvado de morir en la emboscada porque ese día amaneció enfermo y no iba conduciendo.
Habló también del sueño de Simón Bolívar de ver una América unida en un solo bloque. “Ya lo es para mí, para los que vivimos como yo que ando por todo el continente, que es uno solo, aunque habrá todo tipo de problemas. Bolívar tenía derecho de hablar, les dio la independencia a cinco países. Yo no sé cuál es la diferencia. Yo voy a Guayaquil, voy a Nicaragua, vengo a México, voy a Dominicana, a Puerto Rico”, señaló.
“Vamos a ir más allá, la más grande noticia la trajo Jesús: Uno solo es el Padre. La Humanidad es una sola familia. Habitamos un solo país llamado Tierra. A mí me cambió la vida esa noticia a los 17 años, me hizo rico, ciudadano del planeta”.
En este sentido afirmó que Beethoven, Siqueiros, Tamayo, la Madre Teresa, son patrimonio de la Humanidad.
Por último, reveló el secreto de la plenitud a los jóvenes chihuahuenses: “que hagan lo que aman, al que ama lo que hace le va bien hasta cuando le va mal, está condenado a la victoria. El que trabaja por obligación no favorece a la Humanidad. El que trabaja en lo que sea no tiene plenitud. La vida es para los valientes”, concluyó la entrevista.
Cinco días después Facundo Cabral se presentó en el Teatro de los Héroes, que lució lleno hasta los bordes y en cuyo escenario bastaron dos rosas en una mesa, una copa de vino y su inseparable guitarra para acompañarle en una noche bohemia que terminó con el público aplaudiéndole de pie y con ganas de seguirle escuchando.
Más de mil 200 chihuahuenses disfrutaron de casi dos horas de una amena charla en la que el cantautor argentino demostró que, es cierto, no es de aquí ni de allá, es de todas partes y pertenece a todos.
A pesar del cáncer que le aquejaba, y de las tres operaciones a las que se había sometido tres meses antes ‒“y de otras tantas anteriores, tengo el récord Guinness”, bromeó‒, Cabral conservaba el buen humor y el deseo de compartir su particular filosofía de la vida.
Puntual como pocos, apenas pasadas las nueve de la noche inició una larga plática antes de la primera canción. Dijo, entre otras cosas, que creía en los milagros porque cada día lo levantaba la voluntad.
Entre canción y canción hizo un recuento de su vida, habló de su madre, del abandono de su padre, de sus hermanos, de sus encuentros con Jacobo Zabludovsky, que sin conocerlo le había ofrecido ocho minutos en su noticiero y terminó dándole 24; con la Madre Teresa, que una vez dijo que él no era un cantante, sino un testigo; y con Eva Perón, que al conocerlo exclamó que por fin había alguien que pedía trabajo en vez de limosna, y al dárselo le salvó la vida.
Algunas de las melodías que ofreció fueron Este es un nuevo día, Los ejes de mi carreta de Atahualpa Yupanqui, Me dijeron por ahí, Si el hombre es lo que ama y Yo vengo de todo el mundo.
No perdió la oportunidad de presumir su nuevo disco y prometió autografiarlo al final a quienes lo compraran, pues confesó que disfrutaba firmando porque siempre había alguien que le contara cosas maravillosas.
Y así lo hizo, luego de su última interpretación, la tan esperada No soy de aquí ni soy de allá, en la que un coro le acompañó en tono bajo y dulce, mientras se despedía del público chihuahuense, pero solo para prepararse a recibir a una larga fila de seguidores que ansiaban guardar en sus recuerdos una firma y unas palabras del mensajero de paz.
Aracely Sánchez Ruiz es licenciada en relaciones industriales egresada del Instituto Tecnológico de Chihuahua, trabajó 18 años en El Heraldo de Chihuahua, donde inició como correctora y los últimos doce años como reportera de la sección de espectáculos y cultura. Actualmente escribe notas y comentarios en Facebook.