Tres amigas 3/4. Almudena Cosgaya

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Dintel de Almudena

 

Tres amigas

3/4

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

Las tres amigas se sumergieron en una atmósfera de terror. Avanzaron con pies cautelosos, dispuestas a enfrentar los secretos que acechaban en cada rincón, como bestias hambrientas listas para devorar sus almas.

Cada paso parecía resonar como un eco atrapado en el silencio opresivo de la casa. Las sombras ondulaban al derrededor susurrando advertencias en un idioma enigmático.

El débil resplandor de las linternas lograba develar los contornos de aquel oscuro camino, dejando gran parte del lugar sumido en la oscuridad. El aire estaba cargado de tensión.

A pesar del aquel terrorífico escenario, las tres mujeres continuaron avanzando, alimentadas por una valentía nacida de la unión de sus espíritus. Sabían que enfrentarían el horror porque solo así podrían liberar sus almas y romper las cadenas que las mantenían cautivas en aquella morada maldita.

—¿Qué secretos creen que esconda esta casa? —inquirió Rosa, con una mezcla palpable de ansiedad, sus ojos escudriñando cada rincón.

—No lo sé, pero puedo sentir la presencia de algo siniestro entre estas paredes. La respuesta debe estar oculta en algún rincón. Debemos seguir buscando —respondió Andy, tratando de ocultar sus propios temores detrás de una máscara de valentía.

—Más que una mansión, esto parece un purgatorio —mencionó Itatí, conteniendo el aliento, su mirada perdida en las sombras—. Chicas, prometamos no separarnos bajo ninguna circunstancia. La unión es nuestra única arma.

Las palabras de Itatí resonaron envolviendo a las tres amigas en un pacto de protección y valentía, mientras continuaban aventurándose por las habitaciones sepultadas en el olvido del tiempo. Los cuadros desgastados en las paredes mostraban retratos de personas desconocidas, las miradas parecían seguir a las intrépidas visitantes con ojos penetrantes como si fueran espectros que habían esperado durante siglos para contarles los secretos más oscuros.

—Esto es… terrorífico —murmuró Itatí, su voz apenas un susurro tembloroso, sintiendo que las pinturas cobraban vida propia, como si las almas de los retratados se alzaran desde el lienzo para observarlas en silencio desde el más allá. Un escalofrío recorrió su espíritu, y una sensación de opresión la invadió, como si las tragedias de aquellos retratos se filtraran en su propia existencia.

Las amigas intercambiaron miradas cargadas de incertidumbre, y la atmósfera se volvió aún más densa, como si el aire estuviera cargado con la presencia inquietante de las almas en pena que habitaban la casa. Pero no podían detenerse, cada cuadro, cada paso, las acercaba más a la verdad que buscaban, y el precio de la redención era enfrentar la insondable oscuridad de aquel lugar embrujado.

De repente, un sonido se oyó en los pasillos, como si algo se arrastrara acechando desde las sombras. Los latidos de los corazones se aceleraron como tambores de guerra, mientras un escalofrío recorría sus espinas dorsales. Aterradas, aceleraron sus pasos, sus dedos apretando con fuerza las linternas, como si aquella tenue luz pudiera protegerlas del terror que las rodeaba.

—¿Escucharon eso? —susurró Rosa, su voz temblorosa mientras su rostro palidecía por el miedo.

—Sí, parece que ya no estamos solas —respondió Andy, luchando por mantener la calma y no ceder ante el pánico que amenazaba con consumirlas.

—Alto, chicas… he visto un destello detenerse en aquella puerta —dijo Itatí, su voz apenas un susurro, señalando hacia una puerta entreabierta que parecía llamarlas desde la penumbra.

Al llegar, la puerta se cerró estrepitosamente haciéndolas saltar y tomaron aquello como advertencia. En el umbral había una inscripción tallada en la madera, símbolos desconocidos que parecían advertirles. Una fuerza magnética las atrajo hacia la puerta, como si las almas de otros tiempos las llamaran desde el abismo del tiempo.

—Debemos abrir esta puerta. Quizás aquí se encuentre la verdad que buscamos —dijo Itatí, mirando a sus amigas con una determinación que desafiaba los peligros que se ocultaban en el interior.

—Ten cuidado, Itatí. No sabemos qué nos espera al otro lado —advirtió Andy, consciente de las incertidumbres que acechaban tras esa puerta, pero también sabiendo que no había vuelta atrás.

Con una mezcla de miedo y valentía, Itatí giró el pomo lentamente, sintiendo el chirrido espeluznante que llenó la atmósfera de inquietud. La puerta se abrió, revelando un interior sumido en una oscuridad aún más densa, como si la habitación fuera un abismo sin fondo que devoraba la luz. Las linternas apenas alcanzaba a iluminar más allá del umbral, pero las amigas sabían que debían adentrarse en la penumbra, enfrentando el horror que aguardaba en aquel abismo de sombras.

Una vez adentro, una voz susurrante comenzó a resonar murmullos ininteligibles que parecían surgir de las mismas paredes de la habitación. Las sombras se agitaban a su alrededor, como seres vivos que danzaban al compás de una melodía inaudible, tomando formas grotescas y distorsionadas que desafiaban la lógica y la realidad.

—Esto es una locura, ¿cómo podemos enfrentar algo que no podemos ver? —preguntó Rosa.

El miedo que se arremolinaba en su interior.

—Debemos continuar y juntas. Esto es para encontrar la redención, no nos dejemos seducir por las intrigas, ya que juntas podemos enfrentar cualquier cosa que nos depare este lugar —dijo Andy, con determinación, tratando de infundir coraje en sus palabras mientras sostenía con fuerza la linterna que temblaba entre sus manos.

Las voces susurrantes seguían resonando en los oídos, como susurros de fantasmas que buscaban comunicarse desde el más allá. Las sombras, animadas por una presencia misteriosa se retorcían y estiraban como brazos tentadores, como si quisieran atraparlas y arrastrarlas hacia la profundidad de lo desconocido.

De repente una figura fantasmal se materializó frente a ellas, su cuerpo etéreo oscilando entre el mundo de los vivos y el más allá. Un velo de oscuridad cubría su rostro, ocultando su identidad, pero sus ojos, brillando con un resplandor sobrenatural irradiaban una presencia maligna que las paralizaba.

—¡Quién eres! —exclamó Itatí, su voz temblorosa pero llena de valentía, mientras sus manos aferraban con fuerza el mango de la linterna.

La figura no respondió con palabras, pero su silencio era más elocuente que cualquier respuesta. Una sensación de angustia invadió la habitación y el aire se volvió espeso con el miedo que emanaba de aquella presencia a su alrededor. Lentamente, como un espectro en movimiento, se acercó hacia ellas, sus pasos flotando en el aire, como si el suelo no pudiera sostenerlo.

—¿Qué quieres de nosotras? —preguntó Andy, su voz tensa pero decidida, enfrentando el terror que amenazaba con desbordarlas.

La figura se detuvo frente a ellas, y un escalofrío recorrió sus espíritus al sentir el peso opresivo de la mirada invisible. Con una voz profunda pronunció unas palabras que parecían resonar desde lo más profundo del abismo:

—Vengan… a enfrentar sus destinos y liberen la morada. Las sombras guardan sus pecados y solo aquellos que enfrenten su propio pasado encontrarán la redención en este lugar de tormento.

Las palabras del espectro envolvieron a las tres mujeres como un viento helado, llevando consigo la amenaza de un viaje a lo desconocido, donde sus almas serían puestas a prueba.

 

 

 

Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.

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