Los espacios imposibles. Refugio Pereida

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Los espacios imposibles

 

 

Por Refugio Pereida

 

 

Por un instinto de conservación, por la falta de protección, porque arde el fuego en las manos, la poesía fragua al alba cada mañana y despierta aves cuando llega la noche. La poesía recorre caminos insospechados: ciudades, comarcas, callejuelas, espacios dibujados por línea oblicuas, curvas o puntiagudas, amenazantes; hace pasar la luz −no se sabe si de los astros o de una lámpara del alumbrado público−, y consigue que el resplandor atraviese las ventanas, se expanda sobre el piso, donde yacemos como pasto para alimentar el tiempo.

Así como las ramas de una ceiba se yerguen igual que un escudo resplandeciente con la inteligencia de innumerables espadas, así tiene fuerza el acto poético de Mirtha Luz Pérez Robledo en su libro En defensa propia porque conoce la experiencia del paraíso arrebatado, porque ha heredado de manera súbita la tarea de hacer frente a hechos impunes, ya que, como es sabido, es tan difícil estimular a las bestias para que caminen hacia la verdad.

En defensa propia, que cuenta con el prólogo del editor Federico Corral Vallejo, obtuvo el Premio Nacional de Poesía Tinta Nueva 2020, otorgado por la decisión del jurado que formaron los escritores Hernán Lavín Cerda, María Elena Solórzano y Roberto López Moreno.

Mientras la poeta vive como una arquitecta solitaria, estira, acomoda, construye cada verso para hacer un canto y una fortaleza desde donde puede hablar a oídos sensibles o rasgar los muros. Sus palabras crean una representación de la realidad, incluso con los elementos más insospechados e irreales.

Mirtha Luz con este libro manifiesta su postura ante la falta de justicia a través de su poesía, consciente de que no hay salvación en este sistema creado por decirlo así, por el ambicioso Dr. Caligari, personaje del gran filme del expresionismo alemán de 1920, que entrecruza los hilos de la cordura y la locura.

Pero, no quiero hablar aquí del motivo que generó la obra poética de Pérez Robledo. Esa tarea se la dejamos a los expertos en leyes. Me subo a la balsa que se desplaza por el río de la creación literaria y pongo la mirada en esa embarcación que la escritora construyó con palabras para que el lector pueda llegar a un sitio donde le sea propia la respiración y la búsqueda de la paz.

Luego de estar en donde se percibe la amenaza, entendiendo que de un momento a otro el ser humano se halla ajeno, igual que un extranjero en sitios que antes le fueron cotidianos, entrañables, después de que el crimen ha desplazado a la humanidad, la ha expulsado y la ha hecho huir, la poesía lo recibe. La poesía es un lugar imposible porque no es esa elegante sala donde sesionan los jueces. No es esa aula donde estudió el sicario. Ese lugar no está edificado con ladrillos, tablaroca, madera, vidrio. Es un lugar imposible donde habita hasta el constructor del desastre.

En este libro confluyen cuatro aguas líricas: Diálogo en voz baja del momento cotidiano con la eternidad; Era el día de los crisantemos blancos; Tallar un verso en defensa propia y Cuenta de los días aciagos, que corren a veces suavemente y en otras su turgente respiración irrumpe como una cascada desde la que vamos a entender la caída humana.

El acto cotidiano, que tiene una parte de la humanidad, y que consiste en recibir el milagro de la palabra, sin darle importancia, como a un alimento que por costumbre se tiene, es increpado por la poeta quien reclama:

 

Uno a veces comienza

una cadena alimenticia

tira trozos de tortilla

llegan las hormigas

los pájaros

 los gatos

un perro

así

lanzar una palabra genera

movimientos de círculos concéntricos

y su resonancia

tendría que alcanzarnos

 

Desde el primer homínido, desde Caín y Abel, desde que se arrojó a la Coyolxauhqui a las escalinatas del Templo Mayor en el centro del imperio Azteca, desde que se empuñó el arma para matar a Roque Dalton, desde que se ordenó cortar las manos de Víctor Jara, desde que cortaron las manos de Víctor Jara, desde quien ordenó quemar los libros de la administración anterior, desde que hicieron desaparecer a los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, desde que plan se planeó y ejecutó el multihomicidio de la colonia Narvarte, hemos entendido con amargura y rabia que la vida no habría de ser fácil, por lo que la poeta de Comitán nos presenta a Shostakovic, quien al saludarnos, advierte: “Brindemos por la vida que no mejorará.”

Al igual que el músico ruso, Mirtha Luz recorre oscuras cavernas, de las que nos habla con maestría artística. Lo que hay que resaltar. Porque si bien este libro proviene de una noche muy oscura, −de la que la escritora intenta salir sin ser notada como diría la gran tea San Juan de la Cruz−, es una de las expresiones que destellan en la literatura por su agudo corpus. Me permito citar uno de los poemas que así ilustra estas palabras:

 

Las abejas han perdido el rumbo

entran a la cocina

y se quedan sobre el tarro de miel

libando

¿Me reclaman acaso algo de su propiedad?

–vayan al jardín– les digo hay suficientes flores

ya se asomó la “flor azul del romero aquel”

el corazón se me escapa del pecho

hasta las abejas han perdido el rumbo

como yo…

 

A menudo encontramos el paisaje en el que ha transitado la humanidad a lo largo del tiempo: la reflexión. Es decir, la autora hace visible el momento de la duda existencial. Pues ante una serie de acontecimientos que ocurren, esta mirada dubitativa sobre el propio ser incomoda pese a los intentos de querer erradicarla. Y quizá sea esta duda la que nos hace seres racionales y falibles.

Asegura la poeta:

 

Yo ya no soy yo

aquella

la de entonces

ya no existe

solo soy una sombra

que se mueve

en defensa propia

una emoción

que ha perdido la forma

 

Ante a esta incertidumbre están tres grandes territorios: el futuro, el presente y el pasado. Donde al parecer todo es intangible porque el presente pasa a cada momento y se convierte en pasado. Al entender cuán efímera es la vida, el artista, el creador, por pánico o por un deseo de justicia, sienta las bases donde habrá de encontrarse a sí mismo. Y eso puede ocurrir en escenarios de una película muda de los años 20, en el sitio a donde nos ha llevado la voz de Sarah Vaughan, donde yace el cuerpo de metal de una mujer que Rodán puso en la puerta del Infierno; en la penumbra de un cine, en las puntas que hacen coincidir la imagen del encierro, en la geométrica conciencia de la hierba y tantos y tantos lugares donde se comente el abrazo sensual o el homicidio de la luz. Y entonces, en esos espacios imposibles reconocemos que somos fáciles de diluir en el dolor.

Así lo expresa la poeta:

 

El instante que sigue es inasible

en cuanto llega empieza a d i l u/ i r s e

todo lo que tenemos es el pasado

de las estrellas como de la vida

los mayas lo sabían

 

Responsable de sus palabras, la autora nacida en Frontera, Comalapa, Chiapas, y ganadora de varios premios de poesía en el país, plantea: “sigo aquí como el último árbol del camino”. Y así será porque la poesía es un espacio imposible que permanece, que despierta entre los tiempos, incluso es el espacio para el que encuentra su reflejo y su sombra. Un espacio que la humanidad no podrá evitar. Un espacio que día a día nos hace llevar la cuenta del arrebato. Pero también, un espacio que, en circunstancias no adversas, nos dejará soñar.

Al respecto, Pérez Robledo dice con certeza:

 

tallaré un verso a la luz de la luna

que se sabe es piedra

cada plenilunio sobre cada piedra del camino

hasta que llegue de nuevo la luna azul

que te devuelva

 

En esta obra literaria encontramos la voz suave de la poeta con la denuncia enérgica y válida como una piedra en la mano.

 

Pérez Robledo, Mirtha Luz: En defensa propia. Tintanueva Ediciones, México, 2023.

 

 

 

Refugio Pereida estudió periodismo y comunicación colectiva en la Universidad Nacional Autónoma de México y el diplomado en creación literaria en la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México, SOGEM. Es autora de los libros: Túuri; ¡Vale! ¡Vale!; Suerte de rabia; Los Nada; De noche, una calle; Palabra sucia. En 2012, con el Colectivo Ithoa realizó el libro De Ozumbilla, el pan de muerto. Fiesta de harina y canela.

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