Collage de Aracely Sánchez Ruiz
Yo opino/ la columna de Aracely
“Trépate” al Chepe
Por Aracely Sánchez Ruiz
Las vacaciones están en su apogeo y si aún no has salido y no sabes a dónde ir te propongo un viaje inolvidable disfrutando la naturaleza y las extraordinarias vistas de la Sierra Tarahumara, además de conocer uno de los tres servicios de trenes turísticos de pasajeros del continente: el Chepe.
Con casi 62 años de existir, el Chepe recorre diariamente 653.1 kilómetros desde nuestra ciudad capital hasta el puerto de Los Mochis, en el vecino estado de Sinaloa, brindándote paisajes más espectaculares, cruzando la Sierra Madre Occidental a través de puentes y túneles que hacen de esta obra ferroviaria una de las más importantes de los últimos tiempos.
El único ferrocarril de pasajeros en operación en el país sale en punto de las 6:00 horas de la estación ubicada en la calle 22ª, en el Barrio del Pacífico (ahora caigo), con rumbo al suroeste, a tiempo para disfrutar el amanecer viendo salir el sol entre las montañas.
El tren sigue su ruta hacia Cuauhtémoc, entre manzanares y campos cultivados por los menonitas, que llegaron al Valle de San Antonio de los Arenales en 1922, luego de una larga travesía desde Alemania y Holanda, pasando por Manitoba, en Canadá.
Pasas por San Juanito, un importante centro maderero establecido en 1906, que es el punto más alto (más de 2 mil metros sobre el nivel del mar) y uno de los lugares más fríos del estado (pero no en esta época); y llegas a Creel, la puerta grande a la Sierra Tarahumara. Desde ahí puedes ir por carretera a Basaseachi, Batopilas, Guachochi, San Rafael, o visitar Arareco, Cusárare, el Valle de las Ranas, el Valle de los Hongos, o el Valle de los Monjes.
Antes de llegar a la estación Divisadero, en el kilómetro 585, pasarás por el puente El Lazo, que cruza sobre sus propias vías haciendo una curva de 360 grados, para empezar el descenso.
Divisadero es uno de los puntos más altos de la ruta, donde los miradores ofrecen una grandiosa vista de las majestuosas Barrancas del Cobre. El más famoso es el de Piedra Volada, llamado así por la inmensa roca redonda que se balancea en la parte superior de una enorme saliente.
El tren hace una nueva parada en la estación Posada Barrancas, para luego seguir su curso hacia Bahuichivo, desde donde se puede viajar a Cerocahui, pueblo establecido en 1681 por el padre Juan María de Salvatierra; y Témoris, donde una placa recuerda la fecha en que se inauguró el Ferrocarril Chihuahua al Pacífico, el viernes 24 de noviembre de 1961.
Luego de atravesar el último y más largo de los túneles (casi 2 kilómetros), en cuya excavación se descubrieron tres vetas de oro, arribarás a El Fuerte, un bello pueblo típico del norte de Sinaloa, establecido en el siglo XVI para resguardar a los soldados españoles de los ataques de nativos americanos.
Y finalmente llegas a Los Mochis, una ciudad moderna y próspera, punto clave para el viajero nacional o extranjero, desde donde puedes ir al mar, a la sierra, a Baja California o a las Barrancas del Cobre.
A través de 86 túneles y 37 puentes, el Chepe te ofrece un maravilloso trayecto de la montaña al mar y viceversa, brindándote una experiencia que jamás olvidarás.
Para hacer tu viaje más interesante y placentero, puedes bajar en tres estaciones diferentes para disfrutar los atractivos del lugar, pasar una o dos noches y abordar de nuevo otro día para salir al próximo destino, sin un costo adicional, según tu reservación.
Un poco de historia
El Ferrocarril Chihuahua al Pacífico, que hoy conoces como Chepe, se creó con la idea original del inversionista neoyorkino Arthur Stilwell, que en 1872 pensó en conectar Kansas City a Presidio (Estados Unidos), de ahí a Chihuahua y a través de la Sierra Madre Occidental hasta Los Mochis y Topolobampo.
Los trabajos comenzaron en 1881 en esa ciudad misuriana y veinte años después el gobernador chihuahuense Enrique Creel hizo extender las vías férreas desde Ojinaga hasta estación Sánchez, a unos 15 kilómetros de Creel.
El proyecto se estancó por dificultades económicas y problemas técnicos en la zona más difícil de la Sierra Madre Occidental, a lo que se sumó el caos en los inicios de la Revolución Mexicana en 1910, cuando se dice que Pancho Villa volaba vías y locomotoras “por puro hobby” y terminó arruinando la infraestructura del ferrocarril.
En los años 20 el gobierno mexicano retomó la construcción reparando los daños ocasionados por los revolucionarios. Más tarde, en la década de los 40, se invirtió más en diseño y el ingeniero Albert K. Owen decidió la ruta final para que el ferrocarril saliera hacia el Pacífico.
Aracely Sánchez Ruiz es licenciada en relaciones industriales egresada del Instituto Tecnológico de Chihuahua, trabajó 18 años en El Heraldo de Chihuahua, donde inició como correctora y los últimos doce años como reportera de la sección de espectáculos y cultura. Actualmente escribe notas y comentarios en Facebook.