Mi amor por las letras
La experiencia literaria
Por Ivonne Carrasco Rodríguez
¿Cómo medir la experiencia del inicio de mi amor hacia las letras?, tal vez desde niña, cuando mi padre, un lector voraz, religiosamente los domingos nos compraba comics de Walt Disney, La Pequeña Lulú, Periquita, El Pato Donald, Mickey Mouse; a mi madre le compraba la revista Vanidades; después de asistir a misa y comer fuera, volvíamos a casa a disfrutar cada quien de sus lecturas. Definitivamente el ejemplo arrastra, yo siempre vi un libro sobre el buró de la cama de mis padres y solía verlo a él concentrado en la lectura.
Cuando cumplí ocho años, nos compró a mis hermanas y a mí unos hermosos libros grandes y pesados por su cantidad de páginas, historias de autores internacionales como los hermanos Grimm y Fábulas de Esopo, yo aún no podía muy bien con el peso de los voluminosos tomos, pero era un placer acariciar esas hojas con letras grandes, viñetas preciosas en color sepia, en las cuales se plasmaron personajes impresionantes, desfilaban príncipes, princesas, animales. Recuerdo con cariño el cuento de la princesa Piel de asno, cuando describe el brillo impresionante del vestido color del sol o el del color de la luna, tan intensos que los destellos se filtraban a través del ojo de la cerradura donde habitaba escondida la princesa. Era tan descriptiva la narración que mi mente infantil volaba a velocidad alucinante imaginando hechiceros, niños como Hansel y Gretel, brujas, gnomos, leñadores, el lago de los ojos verdes; tratando de entender las moralejas de las fábulas y por supuesto mis preferidas: las historias de princesas.
Conforme fui creciendo, mis demandas de lecturas fueron mayores. A los diez años mi padre me regaló mi primera novela La buena tierra de Pearl S. Buck (Premio Nobel de literatura en la década de los cincuenta), una maravillosa escritora, muy descriptiva de los paradigmas de la cultura China, las injusticias de épocas antiguas soportadas por la mujer, la hambruna, el amor del campesino por la tierra, la fortaleza de las mujeres del campo; hasta la fecha es mi libro favorito. Muchas décadas después en una venta de libros usados me encontré con un maravilloso tesoro, ignoraba yo que solo había leído la primera parte de una trilogía y en ese lugar me encontré los dos siguientes libros, con sus páginas muy amarillas. Al iniciar el segundo tomo, inmediatamente recordé los personajes, la trama y el desenlace; en esos libros subsecuentes describe la vida de los hijos y como personajes muy actuales algunos con vidas holgadas disfrutando el fruto del intenso trabajo de su padre.
En secundaria y preparatoria mi deleite eran las horas que pasaba en la biblioteca: me sumergía en historias, aprendí que puedo viajar con la mente a través de las letras, sin pasaporte ni dinero, conocer países, culturas, personajes, vivir aventuras, historias de amor.
En mi etapa adulta siempre existió un libro en mi buró. Cuando fui madre, mi bebé demandaba todo tiempo libre del trabajo, entonces me encerraba cinco minutos en el baño para leer. La lectura y la escritura se han convertido en un hábito muy arraigado; ahora en mi tercera edad, ya jubilada sin presiones laborales ni familiares, aun con la salud quebrantada, sigo luchando por cristalizar sueños, participando en talleres literarios tanto de escritura como de lectura para obtener las estrategias necesarias y así lograr mi más caro anhelo: publicar un libro.
Ivonne Carrasco Rodríguez trabaja en el Grupo de Utopía Poética de Chihuahua y en el Taller literario Sueños de Letras.