Feos zapatos cafés
Por Lilvia Soto
Los hombres me habían dicho
que tenía bonitas piernas.
Tenía zapatos
para todas las estaciones y ocasiones,
en todos los estilos y colores.
Padre, cuando vi los feos zapatos cafés
que conservaste para mí,
no podía creer que eran míos.
Fuertes y prácticos,
duros con viejo bronce que se descarapela,
parecen zapatos de niño.
La semana pasada vi una foto de tu madre,
María Dolores McNerny,
mi abuela irlandesa-mexicana.
En sus brazos soy una niña feliz de dos años
que usa feos zapatos cafés
y una sonrisa que ilumina
el mundo de su abuela.
Ahora soy más vieja
de lo que tú eras entonces.
Soy aún más vieja
de lo que tu madre era
cuando me tuvo entre sus brazos.
Me duelen las piernas
y uso feos zapatos cafés
que parecen de hombre.
Al tocar los que guardaste para mí
su frío bronce que se descarapela
se calienta en mis manos
y toco el amor de una abuela que vivía
para la sonrisa de su primera nieta
y el amor de un joven padre
que amaba los zapatos
y a la niña de dos años.
Lilvia Soto nació en Nuevo Casas Grandes, emigró a Estados Unidos a los 15 años, reside en Philadelphia, Pennsylvania. Tiene un doctorado en lengua y literatura hispánica de Stonybrook University en Long Island, Nueva York. Ha enseñado literatura y creación literaria en Harvard y en otras universidades norteamericanas. Fue cofundadora y directora de La Casa Latina: The University of Pennsylvania Center for Hispanic Excellence. Fue directora residente de un programa de estudios en el extranjero de las universidades Cornell, Michigan y Pennsylvania en Sevilla, España.