Al maestro, con cariño. Aracely Sánchez Ruiz

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Collage Aracely Sánchez Ruiz

 

Yo opino/ la columna de Aracely

Al maestro, con cariño

 

 

Por Aracely Sánchez Ruiz

 

 

El Día del Maestro se celebra alrededor del mundo en diferentes fechas según las efemérides, pero específicamente el 15 de mayo se conmemora en tres países.

En Colombia, por ejemplo, se recuerda el día en que el papa Pío XII, en 1950, declaró a san Juan Bautista de la Salle patrono universal de los educadores; al otro lado del mundo; en Corea del Sur, coincide con la fecha de nacimiento del creador del alfabeto, Sejong el Grande.

Pero en México, ve tú a saber por qué, se instituyó oficialmente en el año 1917, evocando la fecha de la Toma de Querétaro, que concluyó el 15 de mayo de 1867.

Todo este preámbulo es para contarte que en fechas como esta vienen a mi memoria recuerdos de aquellos que tomaron parte en mi educación en diversos momentos de mi vida.

Desde la estricta señorita Tona (nunca supe si era nombre o apellido), que durante una fiesta en el kínder, de esas en que te pedían llevar tu plato, tu vaso y tus cubiertos (muy ecológicos, pues), no me dejó ir al baño y cuando mi mamá llegó por mí “la puso pareja” por desconsiderada.

O la señorita Anchondo, en primero de primaria. En una ocasión mi mamá lavó un envase de Resistol blanco que desocupó mi papá de su carpintería y me puso Choco Milk para el recreo. El mentado envase parecía tetera y los niños comenzaron a molestarme (ahora se le dice “buling”). Yo me enojé y los perseguí “disparándoles” chocolate, con tan mala puntería que solo le atiné a la pared del salón y la maestra me castigó (solo a mí, no a los mocosos) haciendo que la lavara. Excuso decirles que JAMÁS volví a llevar chocolate a la escuela.

La de segundo, no recuerdo su nombre, pero sí la vez que, en la misa de colocación de la primera piedra de la capilla, ¡zas!, me desmayé. La maestra me levantó en brazos y me llevaba al baño, cuando ¡otra vez zas!, le vomité encima. ¡Pobre!

Y la maestra Blanca, en tercero, que nos metió como a 20 niñas (más ella, no sé cómo cupimos) en un carro de sitio para llevarnos al ensayo del juramento a la bandera.

De la de cuarto no me acuerdo, pero en quinto y sexto, si no me equivoco, fue la madre Alicia, que todavía recuerdo su voz llamándonos “chicas aburridas”.

Ya en secundaria, cómo olvidar al de Mate, ¡aaayyy, el profe Alfredo! Taaan alto, taaan guapo, con su bigote y su barba, se me caía la baba en sus clases. Y cuando declamó el Día del Estudiante “Por qué me quité del vicio”… ¡válgame Dios, Trinidad! Y encima, era buen maestro, de él aprendí que a más b es igual a c. Y lo que bien se aprende, no se olvida.

Ah, pero el profe Víctor era excelente, con él las clases de Español o de Ciencias Sociales eran otra cosa… una vez nos contó que cuando Julieta iba a tomar la pócima que la pondría en estado catatónico, “como no había teléfono”, envió a un criado para advertirle a Romeo, pero cuando aquel apenas iba a trote en burro, este ya venía a todo galope en caballo y al encontrar a su amada aparentemente muerta, decide quitarse la vida. ¡Oh, qué tragedia!

En Bachilleres, mi primo Mario fue mi maestro de Educación Física y para el primer Día de la Madre nos puso una tabla gimnástica con un tema de Los Bravos: “Black is black”. De esa época también recuerdo al maestro Dante, de Matemáticas y a la maestra de Inglés, Emilia.

Unos años después entré al Tec de Chihuahua, donde también tuve buenos maestros como Dina, Lara, Luján, o Talamás; otros no tanto, como “don Cartulino”, que daba su clase con hojas de rotafolio que ya se caían de viejas; el “Trasatlántico”, que era bien “barco”; o el que solía aplicar los mismos exámenes de opción múltiple, solo tenías que conseguir las claves del semestre anterior.

Y la que merece mención aparte, Yolanda Cárdenas (aquí sí le pongo el nombre completo, para rendirle homenaje), que se ganó el apodo de “Tachita” porque para su clase debíamos leer el periódico todos los días y responder preguntas sobre la nota de actualidad. Si no respondías, o lo hacías mal, te ponía un “tache, señorita Sánchez”. Incluso el día del fin de cursos alguien tuvo la “puntada” de llevarle un pastel decorado con tachas (xxx).

Fue nuestra madrina de graduación y cada aniversario nos reuníamos a desayunar con ella. Ya con la panza llena hacíamos una reflexión y nos despedíamos con la promesa de vernos al siguiente año, hasta que se atravesó la pandemia y, en medio de esta, sobrevino su partida de este plano (2021).

Allá por los años 90, comencé a cantar en el Coro de Santa Rita de la mano de otra Yolanda, quien luego me invitó a participar en un taller de teatro, por eso le llamo cariñosamente Mayestra.

Mencionaré también, aunque no es precisamente maestro, a mi ex jefe Chava, que me enseñó todo lo que sé de la labor reporteril, que ejercí durante más de doce años.

Finalmente está la maestra Dora, con ella he estado tomando un curso de corte y confección todos los sábados en los últimos meses, con lo que estoy aprendiendo a confeccionar mis propias prendas.

Y agradecida con las enseñanzas recibidas de todos ellos, les saludo en su día. ¡Felicidades, queridos maestros!

 

 

 

 

Aracely Sánchez Ruiz es licenciada en relaciones industriales egresada del Instituto Tecnológico de Chihuahua, trabajó 18 años en El Heraldo de Chihuahua, donde inició como correctora y los últimos doce años como reportera de la sección de espectáculos y cultura. Actualmente escribe notas y comentarios en Facebook.

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