Del polvo al espejismo, libro de Urtaza. Luis Kimball

Del polvo al espejismo, libro de Urtaza

 

 

Por Luis Kimball

 

 

Esperé con verdadera curiosidad esa noche para leer el libro de relatos que la Universidad de Sinaloa publicó de Federico Urtaza en 1989. El autor, quien radica actualmente en CdMx, tradujo a Robert Graves y a Lowell: ambos reescribieron mitos antiguos y modernos con hipótesis fundamentadas y no. ¿Qué literatura pudo fabricar el médium de este pequeño conjunto? Empezando por el hecho de que nacer en Washington (Spokane, 1952) e irse a deambular al Chihuahua de final de los sesenta, ya es un poco andar por Comala. (Aquí se le recuerda por fundar y editar la revista Palabras sin arrugas, que inicia la publicación de literatura contemporánea en el terruño).

  Prejuicios útiles se confirmaron:

 

Virgen sólo hay una

Margarita estaba segura de que un ángel la había encaminado en dirección de la vida superior. Tal certeza le permitió comprender el secreto que la orilló a despojarse de su vida anterior, como quien se cambia el vestido. (p. 3)

 

Cito el párrafo como mínima unidad estética, pues el sentido y las circunstancias muestran particularidades que abrirán paso a la obra narrativa, como el hecho de que el personaje central, Margarita, reinicie actualizando su pensamiento en la ficción cristiana de la ascensión de la virgen María, como corresponde a la inducción trascendentalista del New Age. Incluso si debiera afrontar el suicidio, cosa que no sucede durante lo relatado, esta Margarita lo hará desde la conciencia laboral: rutinariamente, como parte de los quehaceres domésticos, que no cambian nada mientras gastan cuerpo y espíritu: «como quien se cambia el vestido». Este estilo, a pesar de su forma escritural cercana a la vanguardia, se afianza en la estética de lo cotidiano:

 

En la mañana se levantó poseída por la decisión de abandonar la casa de sus patrones. Guardó en una mochila uno de sus vestidos, el monedero con sus ahorros y agua de colonia (p. 3).

 

Margarita imita las actitudes de la patrona, antes de irse a servir a la secta, en un drama de fotonovela; recuérdese que estamos en el extraño país de la literatura sin lectores.

 

…La patrona extendió la mano para tocarle el hombro a Margarita, pero esta la esquivó con un cuarto de giro (…) miró de reojo a la patrona y murmuró: «Aquí soy nadie»; escupió al suelo y se retiró con paso exageradamente solemne (p. 3).

 

El título inmisericorde parece no dejar duda: si Virgen solo hay una, lo demás son engaños. Queda la ruta de aceptar el pecado o hacerse protestante. Pero aceptar el pecado no es lo mismo que preferir el pecado a la condición humillante de servidumbre humana:

 

Mientras duraron las siete semanas de purificación, Margarita se reconfortaba pensando que las penitencias eran poco comparadas con las vejaciones a las que había sido sometida durante su vida (p. 4).

 

Hay un buen trecho descriptivo del pasaje de las humillaciones que la secta utiliza para desvincular a su víctima. Concedemos razón en que se una a la secta: Margarita es servidumbre y el sistema social, urdimbre; la trama humana sigue comiendo en la mesa del patrón: puesto así, mejor la secta. Hamlet bordó en tres actos acerca del deber ser y la extensa sombra de su inmaduro padre… par de juniors consecutivos… Cuatro siglos después, nuestra heroína manda la herencia de una vez al demonio y se une a la secta solo exclusivamente como esclava sexual, no también de otras mil neurosis de la limpieza. Es la primera narrativa de las 28 que deshabitan el libro, nueve de ellas cuentos, el resto, relatos.

 

“Vientos de rebelión” es el primero de los nueve cuentos. En este, el autor aúna con maestría rastros del ambiente y crujir de las ropas, al carácter de los pobladores de una llanura inespecífica, que esperan la llegada de un faquir. Algo hará por ellos…

 

Todos los presentes sudaban copiosamente; unos por la desvelada, otros por el calor de las llamas de petróleo y los feroces carbones, otros por el verano, otros por el nerviosismo y otros, la mayoría por todo lo anterior (p. 9).

 

Esperan un circo de un solo acto: mago, chamán o exteraterrestre, da igual; a la fe de la pobre humanidad le bastaría ver que se despegue unos centímetros del suelo:

 

Como si hubiera caído un súbito chubasco en tan árido paraje, el ánimo de todos se fijó en el nervioso alfeñique que se plantó en medio de la calle, como brotado de las sombras (p. 9).

 

El conjunto de cuentos, relatos y retratos, ni sobrados ni escasos, logra evocar una región amplia como el norte de México, con un tiempo transgeneracional que lo fija al tiempo de una tradición. Recoge locuciones asonantes con más esdrújulas de lo normal, propias del terruño y evidentes a quien se crio también en otro idioma.

Si los personajes no se han traslapado entre los relatos, sería fácil hallarles conocidos en común.

Entre estos pueblos, las cosas quedan esperando ahí, colgadas en el palo de la memoria, y dos años son nada:

 

La mujer, apenas lo vio entrar, cayó sin sentido. El hombre se aproximó, nervioso, se arrodilló a su lado y se inclinó para sentirle la respiración. Seguro de que estaba viva, le palmeó las mejillas, hablándole con suavidad, más por convencerla de que era él que por despertarla (p. 13).

 

Seguiría, página por página, pero se lo dejaré al lector. Solo acoto ya “Guerra contra Lucifer”, un encontronazo armado que casi aparecen narrado como a través de una referencia de cine:

 

En esos catorce años, Roberto había conocido en una feria a Carmelita. Siempre recordaría ese día en que ella se apretaba contra su cuerpo en la rueda de la fortuna y él, para tranquilizarla, le dijo que la vida era así, que a veces se estaba arriba y, a veces, abajo (p. 19).

 

Yo leí muchas novelitas de Western y en ninguna hubo esa descripción tipo batalla semiurbana; hay ejército, policía, agraristas y fuego cruzado entre premisas morales de la ley de Dios y del Estado; pero no abusa de la violencia, más bien la ralentiza y desgrana y nos deja la incómoda sensación de constatar la impotencia y lo injusto, logrando sin cursilerías que entrañemos con los personajes y su causa. Es como si valorara cada vida que gasta el relato.

Aquí vale recordar que el autor es abogado y cruzó de cerca el tiempo de las guerrillas agraristas y la guerra sucia que contra ellas emprendió el Estado.

 

El padre Gil secundó al comandante y agregó: “El señor Misericordioso habrá de juzgarlos a su tiempo; el infierno será para quién los descarrió” (p. 24).

 

Vale leer cada texto. La estética resulta original, quizá lindando entre voces representativas de la generación, como Gardea y Alejandro Carrejo Candia.

La única pena es que Del polvo al espejismo no esté en una editorial que lo haga asequible.

 

Urtaza, Federico: Del polvo al espejismo. Beltrán editores/ Universidad Autonóma de Sinaloa, México, 1989.

 

 

 

 

Luis Kimball nació en Chihuahua en 1974. Vivió en Chihuahua, en Veracruz, en la ciudad de México, y ahora reside en Querétaro. Hizo estudios universitarios que no le satisficieron. Se interesa en el conocimiento y escribe desde joven, ha publicado en la revista Solar y en Manual del desierto. Es coautor del poemario Luna de hiel para tres, y autor de Puros de amor. Ha participado en la coordinación de espacios culturales y actualmente coordina el taller literario Escritura al día.

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