Eyra. Victoria Montemayor Galicia

Eyra

 

 

Por Victoria Montemayor Galicia

 

 

La dulce doncella caminaba por una vereda resplandeciente de jacarandas, abetos, acacias. Una fragancia de jazmín inundaba sus sentidos. Sus pies danzaban sobre el césped. Se escuchaba canto de ruiseñores. El río corría vertiginoso abrazando las piedras en su huida.

La doncella de piel blanca, ojos azules y cabello largo cual pluma de cuervo, pensaba en lo sucedido aquella noche. Las imágenes de la fiesta se confundían con los recuerdos de la ensoñación. Un caballero alto, de tez morena, ojos negros, sonrisa en la que cualquier dama desearía verse cortejada, de armadura negra con la imagen de un cisne que emprende el vuelo entre rayas rojas y doradas, se acercó a ella. Le habló de pueblos lejanos donde moraban mujeres de rubias cabelleras y cuyos bordados a base de oro y plata tejían historias antiguas de batallas y héroes que peleaban con grandes animales, algunos alados, otros con escamas y larga cola. A veces las batallas eran en el mar, grandes barcos surcaban las olas y los hombres se peleaban en la proa.

La doncella escuchaba atenta las historias del caballero que acercaba suavemente su cuerpo al de ella, su mano rozaba la suya en la copa dorada. La doncella se veía en esos ojos negros danzando en medio de un bosque. Los labios rosados emitían suspiros y el caballero deseaba tomarla entre sus brazos y salir a todo galope en su blanco corcel. Recorrer con ella parajes nunca antes explorados, despojarla de su doncellez y volverla su esclava. Nunca más regresaría a este reino bordeado por mares y montañas. Nunca más vería los jazmines y las jacarandas fulgurando al amanecer, nunca más el sol reflejado en las altas torres y el castillo surcado de piedras preciosas y caracolas marinas.

Las estrellas centelleaban, cómplices de aquel desconocido caballero que se presentó en la corte. La doncella rozaba sus delicados labios en la copa cincelada. Las palabras del caballero se perdían entre guerras y doncellas. Salieron. Caminaron por los jardines. El riachuelo cantaba inundando la floresta. La doncella siguió caminando. Cruzó la muralla. El baile y los rumores se disiparon en la noche. El vestido rosa aparecía manchado de escarlata. Los labios habían sido mancillados, la tersa piel ardía y emitía un aroma a tierra. La mujer veía su reflejo en el riachuelo. Sus mejillas tenían un delicado color rojo y sus labios relucían como un rubí. De repente, la imagen del riachuelo se fue transformando en unos ojos redondos, negros, fueron revelando unas crines doradas, un rostro marfil bellamente estilizado con un cuerno que brillaba a la luz de la luna escarlata.

 

 

 

 

Victoria María Montemayor Galicia es licenciada en lengua y literatura modernas letras Italianas por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, con maestría en humanidades por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Ponente en congresos de literatura mexicana contemporánea celebrados en UTEP y en el XVII Congreso de la Asociación Internacional de Teatro Español y Novohispano de los Siglos de Oro, celebrado en Queens College, NY. Traductora del libro Políticas de la identidad en el otro occidente, la etnización de la política en la América indígena, (México, Ecuador y Bolivia) de Piero Gorza. Es autora del libro Besos en el viento: De otoño, invierno y otras estaciones. Actualmente es profesora de literatura en la Universidad Autónoma de Chihuahua.

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