¡Despierten, armas del alba! Rubén Rey

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¡Despierten, armas del alba!

 

 

Por Rubén Rey

 

 

Hablar de Parral es hablar de la cuna de la Revolución. La Capital del Mundo nos dio historia, y en esta ocasión es un autor parralense el que se encarga de ilustrar nuestra sapiencia: Las armas del alba, de Carlos Montemayor (y sí: para que le pongan tu nombre a una biblioteca es que ya estamos en las ligas mayores).

La novela comienza con un atronador conflicto armado en ni más ni menos que la sierra de Chihuahua. Ahí, Ramón Mendoza y compañía siguen las órdenes de su superior, Arturo Gámiz, para iniciar la revuelta. Los guerrilleros sacuden la zona con disparos.

Pareciera que lo anterior hubiera salido de alguna novela de los tiempos revolucionarios, pero la sorpresa que nos presenta Montemayor condecora ‒como un reconocimiento militar‒ el primer capítulo con una fecha más pa’cá que pa’llá: 23 de septiembre de 1965.

La batalla es cruenta y hasta un enano adulto se asomó de metiche, ¡porque el chisme es vida! Y ni qué decir de Jolly Bustillos: fotógrafo estrella enviado por el gobernador del estado para darle cobertura a un conflicto bélico como pocos en Chihuahua. Ya que de audacias se trata, no podemos dejar de hablar de las ágiles y correlonas piernas de Lupito Escóbel. ¡Vaya si su puntería certera lo hizo burlar a la muerte más de una vez!

Avanzan las páginas y también la odisea del bravío grupo, conocido únicamente como Los Guerrilleros. Ante el asombro de autoridades militares, este grupo logró desarmar (¡hasta los calzones!) a un pelotón que llevaba la orden terminante de darles matarile, o por lo menos, capturarlos. Cerca del final de Las armas del alba, una tremenda revelación ‒ahí que me disculpen los spoilerfóbicos‒: son los rebeldes, hijos y nietos de los revolucionarios originales, y cual si fuera 1910, dejan en claro que su sangre hierve de justicia, como la de sus ancestros.

Armados hasta los dientes, ¿qué más podemos decir de la presente obra? He aquí algunos disparos, ¡ojalá y no dejen malherido a nadie!

LO MALO:

  • Las armas del alba sufre de una enfermedad que, para nuestra tristeza, nunca pudo sanar a lo largo de sus más de 200 páginas: personajitis. La variedad de intérpretes en esta obra no es escasa, pero el autor no hace el menor esfuerzo por darle algo de color a sus muchosmil personajes. Es como pasar frente a una pared gris, con siluetas oscuras adheridas con un mal pegamento.
  • Diálogos secos, huecos y monosilábicos por doquier. No aportan dinamismo y lejos de ello, se unen a los tonos grises y negros que detallados anteriormente.
  • …Quizás no era tan de vida o muerte el describir con lujo de detalles el tipo y calibre de to-das las armas que son mencionadas.

LO BUENO:

  • Es sin dudas un trabajo extensamente documentado del enfrentamiento que aborda; hecho a la medida de los historiadores de hueso colorado.
  • Tiene un mapita al principio. ¡Yei!

La sabiduría y trayectoria de Carlos Montemayor se presentan por sí mismas. Empero y como dicen, “hasta al mejor cocinero, se le va la papa entera”. A Las armas del alba le sobran descripciones donde no son necesarias, personajes desabridos y una historia solo para los más versados amantes de la historia. Mi querido Carlos, tu erudición quizás en otra obra, en otros tiempos, hasta en otro mundo. Por hoy, me temo que debo deponer las armas ante este trabajo tuyo.

 

Montemayor, Carlos: Las armas del alba. Editorial Joaquín Mortiz, México, 2003.

 

 

 

 

Rubén Rey es licenciado en ciencias de la comunicación, egresado de la Universidad Regional del Norte y tiene una maestría en comercio por el Tecnológico de Chihuahua. Es doctor en humanidades por la UACH. Escritor comercial y científico.

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