Foto Pedro Chacón
Al alimón
Quiroja
Por Karly S. Aguirre y Jesús Chávez Marín
Karen ya tenía hasta el copete a Lorena, pues siempre buscaba llevarle la contraria frente a los compañeros en zoom cuando compartían clases en la Universidad, y ni siquiera se conocían en persona. La primera era la típica marisabidilla impertinente, la verdad nadie del grupo la soportábamos, ni los profesores, pero ella parecía ensañarse con Lore, que era tan tranquila y de pocas palabras, aunque cuando le preguntaban contestaba rápido y bien, sin hacerla de emoción.
En clase de Toñeta, que era la más interesante porque nos daba literatura creativa, esta preguntó:
―A ver, Lorena, ¿para ti que es la poesía? ―mientras hablaba ponía en pantalla a Lore; pero antes de que ella respondiera, se oyó la voz de Karen casi gritando:
―Es el género clásico de la literatura en la que se canta o se escribe el sentimiento más íntimo y personal del autor, en contenidos líricos o filosóficos, maestra.
Lorena se dio cuenta de inmediato que la respuesta de Karen era casi la exacta que aprende uno en tercero de Bachilleres, como quien dice de recetario elemental, pues sospechaba que la tipa no sabía nada de literatura, había pronunciado “José Luis Borgues” en una clase anterior, en lugar del nombre correcto de Borges; siempre se tropezaba cuando leía en voz alta, le agregaba o le quitaba palabras a lo bestia; además en el grupo de WhatsApp escribía puras obviedades y hasta con una que otra falta de ortografía, la mensa.
A mí para la tercera semana ya me caía bien gorda, pero me respetaba porque me conoce bien. Sabía que conmigo nomás no, sin mucho esfuerzo podría callar sus pendejadas. Ya había pintado bien la línea de mis alcances desde el Bachillerato, cuando intentó hacerme lo mismo que ahora le hace a Lorena.
Recuerdo que una vez estábamos en la clase de filosofía. Mientras el profesor hablaba de lo que realmente significa ser un pelado, que en palabras del profesor era ser una persona ignorante que llamaba la atención haciéndose notar de una forma u otra. Karen levantó la mano y dijo:
—Yo creo que también sería un pelado una persona que siempre está hablando sobre lo mucho que lee, por ejemplo, citar a Borgues a cada rato para llamar la atención ―y volteo a verme con una mirada victoriosa. Se refería a mí, pues mi madre me había regalado El Aleph por mi cumpleaños y yo estaba tan fascinada que lo citaba cada rato.
—¿Tú has leído a Borges? —preguntó el profesor a Karen.
—No —respondió ella toda sacada de onda.
—Pues deberías hacerlo, así a lo mejor aprenderías a decir Borges, no Borgues, como si fueras Vicente Fox.
Los compañeros del salón estallaron en risas dejando salir un Ooooh de burla al unísono. Karen se puso roja púrpura y no emitió palabra alguna. Pobre mujer, la verdad el profe se ensañó con ella, pero quién se lo manda andar de mamona.
Y ahora ya en la Universidad a la que había agarrado de su puerquito fue a Lorena, y en cambio a mí me invitaba cafecitos por las tardes después de clases virtuales, me daba regalos de bisutería, libros, procuraba mi amistad y me puso en un dilema: no la soportaba, pero mi buena educación no me permitía mandarla al cabrón. Le seguí la corriente. Pero cuando me contó a su modo la historia de Lorena buscando mi complicidad, allí sí ya de plano no hallé qué hacer ni qué decirle. Cómo las palabras no llegaban a mi boca y el medidor de mi paciencia estaba en cero, simplemente tomé mis cosas y me fui. Karen se quedó sentada con cara de asombro mientras yo me iba y mientras salía del café la escuché gritar:
—¡Regrésame el libro de Horacio Quiroja que te regalé!
Karla Ivonne Sánchez Aguirre estudió en el bachillerato de artes y humanidades Cedart David Alfaro Siqueiros, donde estuvo en el especifico de literatura. Actualmente estudia letras españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH y publica cuentos en redes sociales.
Jesús Chávez Marín es editor de Estilo Mápula revista de literatura.