1.c Final del día. Almudena Cosgaya

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Dintel de Almudena

1.c  Final del día

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

El caos continuaba. El día se había vuelto muy largo y Paola sentía que lo único bueno era que, por lo menos, nadie la había notado. Aquello era un descanso. El profesor aún no llegaba, sacó de su bolso su cuaderno de arte, la única cosa que la hacía sentir real. Lo usaba para hacer notas y dibujos de los lugares que había conocido. En pocas palabras, era la vista de su alma y de lo más preciado, sus recuerdos.

Salió de su ensoñación al escuchar varias risitas y estuvo segura de que se burlaban de ella. Un ligero temblor recorrió su cuerpo al darse cuenta de que comenzaban a notarla. ¿Qué haría?

Entonces, escucho que alguien se dirigía a ella.

—¡Hola! —saludó una chica con un gracioso ademán—. Soy Diana.

—Un placer… soy Paola —dijo Paola esbozando una sonrisa tímida.

—Wow… ¡Qué dibujo tan genial! —dijo un joven acercándose a las chicas—. Soy Rodrigo…

 —Pero qué descortés —se quejó Diana—. ¿Acaso eres un niño?

—¡Diana! Solo quiero conocerla —se defendió el joven, revolviéndose el cabello.

—Da igual —replicó Diana —los buenos modales no dependen de la edad.

—Díselo a Erick —dijo Rodrigo señalando al joven sentado al final del aula.

Paola dirigió su mirada y pronto se hizo un silencio momentáneo en el salón. Trató de no mirarlo directamente a los ojos, a sus brillantes ojos verdes. No pudo evitarlo. Fue una especie de atracción que la hizo observarlo a detalle. Era delgado, aunque no tanto, su cabello corto y negro. Su piel suave y aceitunada.

Había algo en él que estaba tan fuera de lugar…

Entonces sucedió algo que la sorprendió. Él le sonrió, revelando la perfección de sus dientes; sus miradas se encontraron y fue como encontrarse con alguien del pasado. Paola trató de forzarse a mirar en otra dirección, pero no pudo hacerlo. De pronto sintió que la boca se le secaba de tirón y su estómago había comenzado a sentirse extraño. La saliva pasó con dificultad por su garganta.

—¡Hola, soy Erick!

—Soy…

—Paola, ya lo sé.

Se escucharon más risas y el salón volvió a llenarse de ruido, todos los ignoraron de nuevo, incluso Diana y Rodrigo, que ahora hablaban animadamente.

—¿Cómo sabes mi nombre?

Erick no pudo responder y volvió a su lugar, pues el profesor había entrado en el salón.

El resto del día paso sin novedad. Paola respiró aliviada cuál timbre sonó por última vez, dando por finalizado el martirio. Se apresuró a tomar sus cosas cuando sintió que alguien ponía una mano sobre su hombro.

—¿Paola? ¿Te molesta si te acompaño a casa?

—Sí. Quise decir, no —dijo vacilante.

“Tonta Deja de mostrarte nerviosa”, pensó.

Erick le regaló otra vez su brillante sonrisa. Definitivamente, el estar a su lado era como de otra época; como si se hubieran encontrado en otro momento donde sus destinos estaban entrelazados.

Continuará…

 

 

 

 

Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.

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