JRR Tolkien, el verdadero amo del juego Primera parte Su vida, obra y pensamiento. Viviana Mendoza Hernández

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JRR Tolkien, el verdadero amo del juego Primera parte Su vida, obra y pensamiento

 

 

Por Viviana Mendoza Hernández

 

 

Subestimé el tema cuando dije que escribiría acerca de JRR Tolkien cuando viera un capítulo más de la serie de El señor de los anillos: Los anillos de poder, de Amazon. Lo peor del caso es que sé que el mundo de JRR Tolkien ha dado material para tesis profesionales de literatura y de lengua inglesa (tan importante que la recién fallecida reina Isabel lo honró por sus méritos) y ahora, por más que quiera ser breve, tendré que dedicar más de un texto a todo lo que puede decirse sobre sus historias y las adaptaciones más conocidas en el cine, y ahora en la televisión de paga.

Puedo asegurar que no me arrepiento de las noches invertidas en esta odisea, de buscar cómo escribir acerca de este autor que abrió las puertas de la fantasía épica a un mundo necesitado de leyendas heroicas. Lo que me apena es la probabilidad de que, a quien se acerque, le parezca demasiado lo que esta vez traigo para compartir. Estoy ya fuera de los límites de tiempo en la noche en que acostumbro mandar los textos, y aún no consigo reducirlo. Así que, me rindo.

Hace unos meses cuando, en la serie de Netflix Stranger Things, el ya muy famoso personaje de Eddie Munson menciona Mordor, fue muy emocionante. Este personaje juega Calabozos y dragones, un juego que los otros personajes usan como punto de referencia desde que son niños para entender su realidad y el choque con los seres a los que enfrentan.

A finales del siglo pasado (los ochentas y noventas) solo los excéntricos discutían del tema; jugar Calabozos y dragones era considerado un problema en contra de la sociedad. Tema que es central en la serie de Stranger Things al dar la introducción de ese personaje.

Ahora escribo sobre Eddie y su papel de Dungeon Master (para no hacer la traducción correcta diré Amo del juego) porque el amo del juego es quien establece una narración con todos los detalles necesarios para que la gente que participe en esa narración se involucre y la entienda como «otra realidad» y el más famoso y admirado autor de la «Fantasía Épica»  en la que se basan esos juegos es JRR Tolkien, creador del mundo donde la palabra Mordor significa el reino donde todo lo malvado y destructivo se reúne .

Los libros de Tolkien son cada vez más conocidos y eso se intensificó en cuanto Peter Jackson realizó las películas de «El Señor de los Anillos» y «El Hobbit», las cuales llegaron a los cines en los primeros años de este siglo. Esto fue genial para poder ver mucho del arte que representa, disfrutarla y compartir con quienes no leerían algo tan extenso y fantasioso.

El problema es que demasiada gente ahora lo toma como el único y válido punto de referencia para hablar acerca de las obras de Tolkien. Llegó a haber un debate acerca de si era misógino, racista y euro centrista luego de leer las historias sin los apéndices, ojear su biografía y compararla con la historia universal.

Ahora, con el estreno de la serie de Amazon «El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder» está pasando lo contrario. Se reclama que se incluyan actores con rasgos diferentes a los presentados en la película y que se da demasiada importancia a personajes menores.

Como referencia deberían bastar sus palabras en su discurso de despedida en la Universidad de Oxford, 5 de junio de 1959. Donde no tiene nada bueno que decir sobre el apartheid (el sistema de segregación racial que se instauró formalmente en Sudáfrica en 1948) lo que hace que quienes lo acusan de racista y los que se niegan a aceptar la presencia de afrodescendientes en una adaptación moderna muestren lo poco que conocían de él.

«Tengo clavado en mis huesos el odio al apartheid; y sobre todo detesto la segregación o separación de Lengua y Literatura. No me importa a cuál de las dos consideres la blanca».

Ya es conocido para quienes se asoman a mis textos que me gusta usar lo más posible las palabras de la persona a la que me refiero y ese es el material que ahora comparto gracias a  «Las cartas de J. R. R. Tolkien» (1981) una selección de cartas editada por su biógrafo Humphrey Carpenter.  Contiene 354 cartas, fechadas entre octubre de 1914, cuando Tolkien era un estudiante de Oxford, y agosto 29 de 1973, cuatro días antes de su muerte.

Tengo que pedir disculpas porque esto hace muy extenso el texto, a pesar de que hice una selección de cartas y fragmentos que logré leer en distintas fuentes de internet porque el libro no está a mi alcance, aunque lo recomiendo.

Dejo el aviso de que están mezclados fragmentos con puntos de referencia acerca de su biografía con la intención de que se conozca su vida y mentalidad antes de escribir acerca de sus personajes y su mundo. Temas de los que escribió al detalle tanto en las cartas como en los apéndices de sus libros (incluyendo los textos no terminados que su hijo publicó) y otros apuntes que pertenecen a sus estudios de mitología y lingüística.

Imaginemos entonces que abro una caja con esas cartas y las estamos comentando.

Carta 163  A W. H. Auden

A Auden, que había comentado El Señor de los Anillos en la New York Times Book Review y en Encounter, se le habían enviado las pruebas del tercer volumen, El retorno del rey. Le escribió a Tolkien en abril de 1955 para formularle varias preguntas suscitadas por el libro. La réplica de Tolkien no se conservó (Auden habitualmente tiraba las cartas después de leerlas). Éste volvió a escribir a Tolkien el 3 de junio diciendo que le habían pedido que diera en octubre una charla sobre «El Señor de los Anillos» por el Tercer Programa de la BBC. Le preguntaba si quería escuchar algo especial en la emisión y si podía suministrarle algunos «toques humanos» dándole información acerca de cómo llegó a escribirse el libro. La respuesta de Tolkien se conservó porque en esta ocasión -y cuando subsiguientemente le escribió a Auden- guardó una copia en papel carbón, de la que ha sido obtenido este texto.

Para volver, si puedo, a los «Toques humanos» y a la cuestión del momento en que comencé: esto es más bien como preguntarle al Hombre cuándo comenzó el lenguaje. Fue la evolución inevitable, aunque condicionada de un dar a luz. Esto ha sido siempre algo mío: la sensibilidad a la estructura lingüística, que me afecta emocionalmente tanto como el color y la música; el apasionado amor por las cosas que crecen, y una profunda respuesta a las leyendas (por falta de una palabra mejor) que tienen lo que llamaría el temperamento y la temperatura noroccidentales. De cualquier modo, si se quiere escribir un cuento de esta clase, uno debe consultar con las propias raíces, y un hombre del Noroeste del Viejo Mundo pondrá su corazón y la acción de su cuento en el mundo imaginario de ese aire y esa situación: el Mar Incesante de sus innumerables antepasados en el Oeste, y las tierras infinitas (de las que proviene la mayor parte de sus enemigos) en el Este. Aunque además puede que su corazón recuerde, por más que haya sido despojado de toda tradición oral, el rumor a lo largo de todas las costas acerca de los Hombres Venidos del Mar.

Digo esto sobre el «corazón» porque tengo lo que algunos podrían llamar un complejo de Atlántida. Posiblemente heredado, aunque mis padres murieron demasiado jóvenes como para que sepa tales cosas sobre ellos, y demasiado jóvenes como para que me las transmitieran oralmente. Heredado de mí (supongo) por solo uno de mis hijos, aunque no lo supe hasta recientemente, y él no sabía que yo lo tuviera. Me refiero al terrible sueño recurrente (que empieza con la memoria) de la Gran Ola, levantada como una torre, que avanza ineluctable por sobre los árboles y los campos verdes. (Se lo he legado a Faramir.) No creo que lo haya tenido desde que escribí la «Caída de Númenor», última de las leyendas de la Primera y la Segunda Edades.

Soy, por sangre, de las Tierras Medias del Oeste (y escogí como lengua el inglés medio de las Tierras Medias del Oeste desde que le puse los ojos encima), pero quizás un hecho de mi historia personal pueda explicar en parte por qué el «aire noroccidental» me atrae tanto a la vez como «patria» y como descubrimiento. Nací en realidad en Bloemfontein, y, por tanto, esas impresiones profundamente implantadas que subyacen a los recuerdos todavía visualmente disponibles de la primera infancia, son las de un cálido campo reseco. Mi primer recuerdo de Navidad está constituido por un sol enceguecedor, cortinas corridas y un eucalipto desmayado de calor.

«(…)El comienzo del legendarium, del que la Trilogía forma parte (la conclusión), fue un intento de reorganizar un fragmento del Kalevala, especialmente el cuento de Kullervo el desdichado, según una forma propia. Eso comenzó, como dije, en el período lectivo, casi desastroso, pues mi afán casi me sacó de quicio. Digamos de 1912 a 1913. Tal como prosiguió la cosa, me puse a escribir en verso. Aunque la primera verdadera historia de este mundo imaginario casi plenamente formado, tal como existe ahora, fue escrita en prosa durante un permiso por enfermedad a fines de 1916: La Caída de Gondolin, que tuve el descaro de leer en el Exeter College Essay Club en 1918.  Escribí mucho más en los hospitales antes del final de la Primera Gran Guerra.(…)»

«(…)La Caída de Gondolin (y el nacimiento de Eärendil) fue escrito mientras estaba de licencia en el hospital después de haber sobrevivido a la Batalla del Somme, en 1916. El semillero de la mitología, la materia de Lúthien Tinúviel y Beren, se dio en un pequeño valle boscoso lleno de «cicutas» (o algún otro umbelífero blanco), cerca de Roos, en la península de Holderness, adonde iba ocasionalmente cuando me lo permitían mis deberes en la Guarnición Humber en 1918 (…)».

«(…) Todo lo que recuerdo del comienzo de El Hobbit es estar sentado corrigiendo ensayos de promoción en el imperecedero cansancio de la tarea anual que se nos impone sin paga en las academias. En una hoja en blanco garrapateé: «En un agujero en la tierra vivía un hobbit». No sabía y no sé por qué. Por largo tiempo no hice nada al respecto, y durante algunos años no fui más allá del trazado del Mapa de Thror. Pero se convirtió en «El Hobbit» a principios de la década de 1930, y finalmente se publicó no por causa del entusiasmo de mis propios hijos (aunque les gustó mucho), [51] sino porque se lo presté a la entonces reverenda madre de Cherwell Edge mientras padecía de gripe, y lo vio una ex estudiante que estaba por aquel tiempo en la oficina de Allen & Unwin. Según creo, se lo dieron a leer a Rayner Unwin; si, una vez crecido, no hubiera sido por él, creo que la Trilogía no habría sido nunca publicada. (…)»

Casi de inmediato, su editor le pidió que escribiera una secuela, pues el público demandaba más historias sobre los hobbits. Y fue así como Tolkien comenzó a escribir la que sería su obra maestra y cumbre de la literatura fantástica del siglo XX. «El Señor de los Anillos».  fue publicada en tres entregas. ‘La Comunidad del Anillo ‘, ‘Las dos torres ‘, ambas publicadas en 1954, y ‘El retorno del Rey ‘, que vio la luz un año después, en 1955.

El 5 de junio de 1955, en el New York Times Book Review, el columnista Harvey Breit consagró parte de su artículo semanal «In and Out of Books» a Tolkien y sus escritos. Incluía este pasaje: «¿Qué lo hace funcionar?, le preguntamos al doctor [sic] Tolkien. El doctor T., que enseña en Oxford cuando no está escribiendo novelas, dio esta vívida respuesta: «Yo no funciono. No soy una máquina. (Si funcionara, no tendría perspectivas sobre ello, y sería mejor que interrogara al relojero.) Mi obra no ‘evolucionó’ hasta volverse una obra seria. Surgió así. La llamada «historia para niños» («El Hobbit») fue un fragmento arrancado de una mitología ya existente. La medida en que quedó engalanada en estilo o modalidad como obra «para niños» es de lamentar. También lo lamentan los niños. Soy filólogo y toda mi obra es filológica. Evito los hobbies porque soy una persona muy seria y no soy capaz de distinguir entre diversión privada y deber. Soy afable, pero insociable. Solo trabajo por diversión privada, pues encuentro mis deberes privadamente divertidos»».

Estas observaciones fueron aparentemente tomadas de una carta escrita por Tolkien en respuesta a las preguntas de un representante del New York Times. El 30 de junio de 1955, Tolkien escribió a Houghton Mifflin Co., su editorial americana.

 

 

«(…) No «se trata de nada», salvo de sí mismo. Por cierto, no tiene intenciones alegóricas, sean ellas generales, particulares o tópicas, morales, religiosas o políticas. La única crítica que me molestó fue la de que «no contenía religión alguna» («ni tampoco mujeres», pero eso no interesa, y no es cierto, de cualquier manera). Es un mundo monoteísta de «teología natural». El extraño hecho de que no haya iglesias, templos o ritos y ceremonias religiosos forma simplemente parte del clima histórico descrito. Quedará lo bastante explicado si (como ahora parece probable) se publican «El Silmarillion» y otras leyendas de las Edades Primera y Segunda. Yo mismo soy, de cualquier modo, cristiano; pero el de la «Tercera Edad» no era un mundo cristiano.

«Tierra Media», entre paréntesis, no es el nombre de una tierra de nunca jamás sin relación con el mundo en que vivimos (como el Mercurio de Eddison).  Es solo un empleo del inglés medio middel-erde (o erthe), una alteración del inglés antiguo Middangeard: el nombre de las tierras habitadas de los Hombres «entre los mares». Y aunque no he intentado relacionar la forma de las montañas y de las masas de tierra con lo que puedan afirmar o conjeturar los geólogos del pasado cercano, imaginariamente se supone que esta «historia» se desarrolla durante un período del Viejo Mundo real de este planeta.

Hay, por supuesto, ciertas cosas y temas que me conmueven especialmente. Las interrelaciones entre lo «noble» y lo «simple» (o común, vulgar), por ejemplo. Encuentro especialmente conmovedor el ennoblecimiento de lo innoble. Estoy enamorado (evidentemente) de las plantas y sobre todo de los árboles, y siempre lo he estado; y su maltrato por parte de los hombres siempre me ha resultado tan difícil de soportar como a otros el maltrato de los animales.

Creo que los llamados «cuentos de hadas» son una de las formas más altas de la literatura y que del todo erradamente se la asocia con los niños (en cuanto tales). Pero he expresado mis opiniones acerca de ese tema en una conferencia pronunciada en St. Andrew’s (en la fundación Andrew Lang, y finalmente publicada en «Essays Presented to Charles Williams» por la Oxford University Press como «On Fairy Stories»). Creo que es un trabajo muy importante, al menos para quien me considere digno de tener en cuenta; pero, exasperadamente, la O.U.P. ha permitido que la edición se agote, aunque ahora hay demanda del ensayo; y el único ejemplar que tenía me ha sido robado. Sin embargo, podría encontrárselo todavía en una biblioteca, o yo podría hacerme de un ejemplar. (…)»

Acerca de «El Señor de los Anillos». Tardó 12 años, y debido a su volumen, fue publicada en tres entregas. «La Comunidad del Anillo» y «Las dos torres «, ambas publicadas en 1954, y «El retorno del Rey «, que vio la luz un año después, en 1955. Si el éxito de «El Hobbit» ‘sorprendió a Tolkien, el monumental éxito y la repercusión mundial causadas por «El Señor de los Anillos» lo asombró y maravilló.

“Sería ocioso pretender que no deseo con todas mis fuerzas verla publicada, pues el arte solitario no es arte”, dijo Tolkien a su editor, Sir Stanley Unwin. “Sin embargo, lo principal es completar la propia obra, en la medida en que esto tenga algún sentido real”.

Uno de los retos fue permitir que Allen & Unwin dividieran el libro en tres volúmenes separados; Tolkien siempre insistiría en referirse a él como un libro. Otra concesión de Tolkien fue permitir que el volumen final se llamara «El Retorno del Rey» en lugar de «La Guerra del Anillo». En agosto de 1954, se publicó el primer volumen, «La Comunidad del Anillo».

Se vendió muy bien en Estados Unidos y se tradujo a los principales idiomas europeos, otra experiencia desgarradora para el autor, que con frecuencia se indignaba por lo que consideraba libertades indebidas tomadas con las traducciones.

En otra carta, a WH Auden, Tolkien describió la Tierra Media como “la morada de los Hombres, el mundo objetivamente real, utilizado específicamente en oposición a los mundos imaginarios (como el País de las Hadas) o los mundos invisibles (como el Cielo o el Infierno). El teatro de mi cuento es esta tierra, la tierra en la que ahora vivimos, pero el período histórico es imaginario. Lo esencial de la morada está todo presente (al menos para los habitantes del Noroeste de Europa), de modo que, por supuesto, tiene un aire de familiaridad, si bien algo glorificado por la distanciación en el tiempo”.

«La Tierra Media …. corresponde espiritualmente a la Europa nórdica. ¡No nórdica, por favor! Una palabra que personalmente me disgusta; aunque de origen francés, se la asocia con teorías racistas. Geográficamente, septentrional (Northern) resulta por lo general bastante más adecuada. Pero un examen demostrará que incluso esta palabra es inaplicable (geográfica o espiritualmente) a la «Tierra Media». Ésta es una vieja palabra no inventada por mí, como lo demostrará la consulta de un diccionario como el Shorter Oxford. Significaba las tierras habitables de nuestro mundo, situado en medio del Océano circundante. La acción de la historia se desarrolla en el Noroeste de la «Tierra Media», equivalente en latitud a las líneas costeras de Europa y las costas norteñas del Mediterráneo. Pero ésta no es una región puramente «nórdica» en ningún sentido. Si Hobbiton y Rivendel se consideran aproximadamente en la latitud de Oxford (como fue intención), Minas Tirith, 600 millas al sur, está más o menos en la latitud de Florencia. Las Desembocaduras del Anduin y la antigua ciudad de Pelargir están en la latitud de la vieja Troya.

Auden ha afirmado que para mí «el Norte es una dirección sagrada». Eso no es cierto. El Noroeste de Europa, donde yo (y la mayoría de mis antepasados) he vivido, tiene mi afecto como es propio que lo tenga el hogar de un hombre. Amo su atmósfera y sé más de sus historias y sus lenguas que de otras partes, pero no es «sagrado» ni agota mis afectos. Por ejemplo, siento un particular amor por la lengua latina, y entre sus descendientes, por la española. Que no es verdad en relación con mi historia, debería demostrarlo la mera lectura de las sinopsis. El Norte era el asiento de la fortaleza del Diablo. El avance de la historia culmina con lo que se parece mucho más al reestablecimiento de un Sacro Imperio Romano eficaz con su asiento en Roma que a nada que hubiera sido concebido por un «nórdico».»

La vida continuó para JRR Tolkien de la misma manera que antes de la publicación de «El Señor de los Anillos», con una diferencia. El éxito de la trilogía significaba que podía dejar de trabajar como examinador. Si bien todavía vivía frugalmente, ahora podía donar (anónimamente) una gran suma a su parroquia, comprarle a uno de sus hijos una casa, a otro un automóvil y pagar la matrícula escolar de una nieta. “Es una situación que me deja atónito, y espero agradecérselo a Dios lo suficiente” comento sobre su riqueza.

Tolkien se jubiló en 1959, dejando sus clases en Oxford, y en 1968, él y Edith se mudaron a la localidad de Bournemouth. Tras la muerte de Edith el 29 de noviembre de 1971, John hizo escribir sobre su lápida el nombre de Lúthien.

El 1 de enero de 1972, cuando Tolkien ya tenía 80 años, Isabel II le nombró Comandante de la Orden del Imperio Británico, una condecoración británica establecida en 1917 y que tiene como fin reconocer especiales contribuciones al ámbito de las artes, de las ciencias y de la caridad. En el caso de Tolkien, la Reina justificó su concesión por sus servicios a la literatura inglesa. Hay que recordar que Tolkien no solo fue un gran literato, sino también uno de los mejores filólogos del siglo XX. La ceremonia de entrega de la condecoración tuvo lugar en el Palacio de Buckingham el 28 de marzo de ese año.

Un año y medio antes de morir, Tolkien fue nombrado Comendador de la Orden del Imperio Británico por la reina Isabel II el 28 de marzo de 1972, año en el que también la Universidad de Oxford le nombró Doctor Honoris Causa en Letras.

Tras la entrega de la condecoración, Tolkien posó ante el Palacio de Buckingham mostrado la distinción, visiblemente alegre y acompañado por su hijo John y su hija Priscilla. En una carta a su editor Rayner Unwin (la número 334), escrita dos días después, Tolkien confesaba: “me conmovió mucho mi breve encuentro con la Reina y nuestras pocas palabras juntos. Muy diferente a todo lo que esperaba”.

Aquí entra lo que mencionaba acerca de cómo estos dos personajes a pesar de ser un punto dereferencia acerca de la Inglaterra que conocemos,  

Isabel II era una niña de 11 años cuando se publicó “El Hobbit” (1937) (la primera obra de Tolkien), y tras convertirse en Reina en 1952 llegó la publicación de “El Señor de los Anillos” entre 1954 y 1955.

Tenía 25 años cuando su padre murió y se convirtió en la reina Isabel II el 6 de febrero de 1952, mientras estaba de gira por Kenia con su marido, el príncipe Felipe. Winston Churchill fue el primer ministro (incluida la recién asumida Liz Truss) que ejercieron durante su reinado.

 

Habiendo heredado un vasto imperio que se extendía por el continente africano al convertirse en reina, su reinado vio cómo las 14 colonias británicas africanas obtenían su independencia, comenzando con Ghana en 1957.

Y, sin embargo, la Reina logró mantener relaciones de autoridad con ellos, en parte a través de la creación de la organización sucesora del imperio, la Commonwealth algo a lo que Tolkien se oponía por ser una forma disimulada de mantener el imperialismo que precisamente es ahora la crítica que se hace a la difunta reina y que se convierte en un reto para sus sucesores.

Acerca de eso se puede leer:

“No sé nada sobre el imperialismo británico o estadounidense en el Lejano Oriente que no me llene de arrepentimiento y disgusto”. (Carta 100 – mayo de 1945).

Veterano de «La Gran Guerra» (la Primera Guerra Mundial), Tolkien sufrió mucha angustia durante la Segunda Guerra Mundial por el hecho de que dos de sus hijos, Christopher y Michael participaron en ella, esto no le impidió continuar con la escritura de «El Señor de los Anillos» y de otros trabajos, pero siempre pensando y preocupado por la suerte de sus hijos. Es el momento para seguir usando las cartas de Tolkien en donde expresa su opinión sobre la Guerra, sobre el Nazismo sobre Inglaterra, sobre la posguerra y sobre las consecuencias de la misma, la mayoría de ellas dirigidas a su hijo Christopher.

 Carta 029 De una carta a Stanley Unwin

25 de julio de 1938

Allen & Unwin habían negociado la publicación de una traducción ale­mana de El Hobbit con Rütten & Loening, de Postdam. Esta empresa le escribió a Tolkien preguntándole si era de origen «arisch» (ario).

 

 

«Debo decir que la carta de Rütten y Loening que usted me adjunta es un poco rígida. ¿Tengo que soportar esta impertinencia porque llevo un apellido alemán, o la lunática ley que los rige exige un certificado de po­sesión de un origen «arisch» por parte de todas las personas de todos los países?

Personalmente, me sentiría inclinado a rehusar una Bestätigung  (aunque pueda hacerlo en realidad) y demorar la traducción al alemán. De cualquier modo, objetaría fuertemente que semejante declaración apareciera impresa. No considero la (probable) ausencia de toda sangre judía como necesariamente honorable; tengo numerosos amigos judíos y lamentaría dar cualquier fundamento a la idea de que suscribo la doc­trina racista, perniciosa y del todo anticientífica».

Usted es el principal implicado y no puedo hacer peligrar la oportu­nidad de una publicación alemana sin su aprobación. De modo que le presento dos borradores de posibles respuestas.

Carta 030 A Rütten & Loening Verlag

Uno de los «dos borradores» mencionados por Tolkien en la carta pre­via. Este es el único preservado en los archivos de Allen & Unwin y, por tanto, parece muy probable que los editores ingleses enviaron el otro a Alemania. Resulta evidente que en esa carta Tolkien se negaba a hacer toda declaración acerca de su origen «arisch» (ario).

25 de julio de 1938                  20 Northmoor Road, Oxford

Estimados señores:

Gracias por su carta …. Lamento no tener muy en claro a qué se refieren con arisch. No soy de extracción aria: eso es, indo-iraní; que yo sepa, ninguno de mis antepasados hablaba indostano, persa, gitano ni ningún otro dialecto afín. Pero si debo entender que quieren averiguar si soy de origen judío, solo puedo responder que lamento no poder afir­mar que no tengo antepasados que pertenezcan a ese dotado pueblo. Mi tatarabuelo llegó a Inglaterra desde Alemania en el siglo XVIII; la ma­yor parte de mi ascendencia, por tanto, es puramente inglesa, y soy súb­dito de Inglaterra; eso debería bastar. No obstante, me he acostum­brado a considerar mi apellido alemán con orgullo, y seguí considerándolo así durante todo el período de la lamentable pasada guerra, duran­te la cual serví en el ejército inglés. Sin embargo, no puedo dejar de co­mentar que, si averiguaciones impertinentes e irrelevantes de esta especie han de convertirse en la regla en cuestiones relacionadas con la literatu­ra, no está entonces distante el momento en que tener un apellido ale­mán deje de ser fuente de orgullo.

La averiguación en que se involucran sin duda obedece a las leyes de vuestro propio país, pero que éstas deban aplicarse a súbditos de otro Estado no es correcto, aun si tuvieran (y no la tienen) la menor relación con los méritos de mi obra o la conveniencia de su publicación, de la que parecen estar satisfechos sin referencia alguna a mi Abstammung (ascendencias).

Confío en que encontrarán esta respuesta satisfactoria,

atentamente suyo,

J.R.R. Tolkien».

En esta carta Tolkien escribe sobre las virtudes de los alemanes y sobre su opinión de Adolfo Hitler

Carta 5 A Michael Tolkien

Michael era oficial cadete en el Royal Military College, Sandhurst.

«Una guerra es suficiente para cualquier hombre. Espero que se te ahorre una segunda. La amargura de la juventud o la de la edad madura es suficiente para el curso de una vida: las dos son demasiado. He sufrido una vez lo que tú estás soportando, aunque de modo algo diferente: porque yo era sumamente ineficiente y no tenía nada de militar (y solo somos iguales en compartir una profunda simpatía y un profundo sentimiento por el soldado raso, en especial por el que proviene de las regiones agrícolas). Entonces no creía que los «viejos» sufrieran demasiado. Ahora sé a qué atenerme. Te digo que me siento como un canario enjaulado. Llevar a cabo las tareas de la prebatalla es sencillamente un veneno. ¡Si solo pudiera hacer algo activo! Pero así es la cosa: estoy en la «permanente reserva» y de ese modo tengo las manos demasiado llenas aun para ser un guardián nocturno. Ni siquiera puedo salir por las noches de cotilleo con un camarada.

Con todo, tú eres mi carne y mi sangre, y portador del nombre. No es poca cosa ser el padre de un joven buen soldado. ¿Entiendes por qué me importas tanto y por qué todo lo que haces me concierne tan de cerca? Tengamos los dos fe y esperanza. El vínculo entre padre e hijo no es de carne mortal solamente: debe tener algo de aeternitas. Hay un sitio llamado «cielo» donde lo bueno inacabado aquí se completa; y donde las historias no escritas y las esperanzas no satisfechas se continúan. Puede que riamos juntos todavía…

¿Has leído lo que cuenta Maxwell (el «inspector de tabacos») de lo que hacían los vendedores al por mayor? Tendrían que estar en la cárcel …. El comercialismo es una cochinada en el fondo. Pero supongo que el principal vicio de los ingleses es la pereza. Y es a la pereza, tanto o más que a la natural virtud, a lo que debemos el poder evitar la abierta violencia que se da en otros países. Ante la ferocidad del mundo moderno, por cierto, la pereza casi empieza a parecer una virtud. Pero resulta casi aterrador verla tan abundante a nuestro alrededor cuando estamos abordando el tema del Furor Teutonicus.

El pueblo de esta tierra ni siquiera se da cuenta todavía de que en los alemanes tenemos enemigos cuyas virtudes (y son virtudes) de obediencia y patriotismo son mayores que las nuestras. Cuyos hombres valientes son tan valientes como los nuestros. Cuya industria es unas 10 veces más grande. Y que son ahora conducidos -bajo la maldición de Dios- por un hombre inspirado por un vertiginoso demonio enloquecido: un tifón, una pasión que hace que el viejo kaiser a su lado parezca una viejecita tejiendo.

He pasado la mayor parte de mi vida, desde que tenía tu edad, estudiando asuntos germánicos (en el sentido general, que incluye a Inglaterra y Escandinavia). Hay mucha más fuerza (y verdad) en el ideal «germánico» que lo que la gente ignorante imagina. Me sentí muy atraído por él cuando estudiante (cuando Hitler, supongo, hacía ensayos con la pintura y no había oído de él), como reacción en contra de los «clásicos». Es necesario comprender lo bueno de las cosas para apreciar su verdadero mal. ¡Pero nadie me llama nunca para hacer una emisión radial o escribir un post scriptum! Sin embargo, supongo que sé ahora mejor que la mayoría cuál es la verdad de este disparate «nórdico». De cualquier modo, guardo en esta guerra un ardiente rencor privado -que me haría probablemente mejor soldado ahora, a los 49, que lo fui a los 22- contra ese cabal ignorante, Adolf Hitler (porque lo extraño de la inspiración demoníaca es que de ningún modo realza la estatura puramente intelectual: afecta por sobre todo la mera voluntad). Arruina, pervierte, aplica erradamente y vuelve por siempre maldecible ese noble espíritu nórdico, suprema contribución a Europa, que siempre amé e intenté presentar en su verdadera luz. Entre paréntesis, nunca fue más noble que en Inglaterra, ni más tempranamente santificado y cristianizado ….

Reza por mí. Lo necesito. Te quiere,

Tu padre».

Las siguientes  cartas muestran una muy clara posición política y una crítica aguda a la política británica y a los acontecimientos de la época, esta vez le toca a Stalin, Churchil, Gran Bretaña, (no a Inglaterra, su país, es importante distinguir) y los norteamericanos

En el verano de 1943, Christopher, que por entonces tenía dieciocho años, fue llamado a las Reales Fuerzas Aéreas.

 Carta 053 A Christopher Tolkien

9 de diciembre de 1943          

«Mi muy querido:

Creo que ha transcurrido una semana o más desde que te escribí. No lo recuerdo realmente, pues he tenido un tal ajetreo …. No he visto a C.S.L. durante semanas, ni tampoco a Williams …. La(s) ronda(s) diaria(s) y la común tarea ++ que proveen tanto más de lo que uno pide en realidad. No hay gran diversión, ni distracciones; ninguna nueva idea brillante; ni siquiera una bromita insignificante. Nada que leer… ni si­quiera los periódicos, donde no se habla sino de la Alharaca de Tehe­rán.  Aunque debo admitir que sonreí con tristeza y «por poco no me acurruco en el suelo sin que me interesara ya el subsiguiente curso de los acontecimientos» cuando me enteré de que Josef Stalin, ese viejo ase­sino sediento de sangre, invitaba a todas las naciones a unirse a la feliz familia de los pueblos consagrados a la abolición de la tiranía y la into­lerancia. Aunque debo admitir también que en la fotografía nuestro pequeño querube W.S.C. tenía en realidad el aspecto del peor de los rufianes presentes.

Pues bien, me pregunto (si sobrevivimos a esta gue­rra) si quedará algún rincón, aun un rincón doliente, para reaccionarios anticuados como yo (y tú). Cuanto más grandes se vuelven las cosas, más pequeño, deslucido y chato se vuelve el globo. Se está convirtiendo todo en un pobre suburbio provinciano. Cuando hayan introducido las medidas sanitarias americanas, el brío moral, el feminismo y la produc­ción en masa en el Cercano Oriente, el Medio Oriente, el Lejano Orien­te, la URSS, las pampas, el Gran Chaco, la cuenca del Danubio, el África Ecuatorial, Aquí y Allá, Mumbolandia, Gondhwanalandia, Lhasa y las aldeas del más oscuro Berkshire, ¡qué felices seremos! De cualquier modo, se acortarán los viajes. No habrá sitio alguno a donde ir. De modo que la gente (opino) irá tanto más de prisa. Col. Knox dice que 1/8 de la población mundial habla «inglés», y que éste es el más grande grupo lingüístico. Si es verdad, ¡vaya lástima, digo yo! Que la maldición de Babel caiga sobre todas sus lenguas hasta que solo puedan decir «bee, bee». Significaría acaso lo mismo. Creo que tendré que negarme a ha­blar todo lo que no sea el dialecto inglés antiguo de Mercia.

Pero en serio: el cosmopolitismo americano me parece aterrador. En lo que a mente y espíritu se refiere, y dejando a un lado los triviales te­mores de la carne tímida que no quiere ser hecha picadillo por la solda­desca brutal y licenciosa (alemana u otra), no estoy realmente seguro de que su victoria vaya a ser tanto mejor para el mundo en su conjunto y a la larga que la victoria de ——.  No creo que las cartas que llegan se censu­ren. Pero si lo son o no, apenas me es preciso añadir que ésos son los sentimientos de mucha buena gente, y que no hay en ellos indicio de falta de patriotismo. Porque amo a Inglaterra -no a Gran Bretaña y por cierto no al Commonwealth Británico (¡grr!)-, y si estuviera en edad militar, supongo que me estaría quejando en algún servicio activo y dispuesto a ir hasta las últimas amargas consecuencias… siempre en la esperanza de que las cosas le fueran a Inglaterra mejor de lo que ahora parecen. De un modo u otro no puedo imaginar realmente que la fantás­tica suerte (o bendición la llamaría uno si se pudiera vislumbrar por qué deberíamos ser bendecidos implicando en ello a Dios) que ha acompa­ñado a Inglaterra se haya agotado ya. Chi vincerá?, preguntaron los ita­lianos (antes de estar involucrados los pobres diablos) y respondieron Stalin. No del todo correctamente, quizá. Nuestro querube, al que antes nos referimos, puede hacer jugadas arteras: uno lo supone, lo espera y no lo sabe ….

Tu padre».

Carta 061 A Christopher Tolkien

18 de abril de 1944.

«(…) En cuanto a lo que dices o sugieres de las condiciones «locales», yo las conocía. No creo que hayan cambiado mucho (ni siquiera para peor). Las oía comentar por mi madre; y aun desde entonces me he tomado un interés especial por esa parte del mundo. El tratamiento del color casi siempre horroriza al que sale de Gran Bretaña, y no solo en Sudáfrica. Desdichadamente, no son muchos los que conservan largo tiempo ese generoso sentimiento. No digo nada acerca de cuáles son las condiciones aquí. Oirás por radio (supongo) cuanto yo podría decir. Por el momento estamos bien: espe­rando. Me pregunto cuánto tiempo tendremos que hacerlo. No mucho, creo. Veo por el periódico que el adiestramiento del personal aéreo se está abreviando en el Canadá; en general, no son tantos los que ahora se entrenan. Me pareció por tu carta que no esperas volver a G.B. para ter­minar. Espero que no sea así. Pero ¿quién sabe? Estamos en las manos de Dios. Nos ha tocado vivir en un mal tiempo: pero eso no puede ser consecuencia de la mera mala suerte. Cuídate de toda forma imaginable (aequam serva mentem, comprime linguam )….»

Carta 081 A Christopher Tolkien

Christopher se había trasladado a un campamento en Standerton, en el TransvaaL

23-25 de septiembre de 1944

«(…)  En el mejor de los casos, parecería implicar que los que lo dominan a uno deberían hablar (como lengua nativa) el mismo idioma; que es en última instancia a todo lo que se reducen las oscuras ideas acerca de la raza o la nación; o de clase, en lo que a Inglaterra se refiere …. Las noticias de guerra occidentales, por supuesto, ocupan gran parte de nuestro pensamiento, pero tú sabes sobre la cuestión tanto como nosotros. Tiempos angustiosos, a pesar de un griterío más bien prematuro. La gente armada está en lo más reñido de la lucha, y piensa (según yo lo creo) que seguirá en lo más reñido de ella por un buen tiempo todavía. No puedo entender la línea adoptada por la BBC (y los periódicos que dependen del Ministerio] De Información) según la cual las tropas alemanas son una colección variopinta de vivanderos y hombres quebrantados, mientras que al mismo tiempo registran la más amarga defensa contra los más aguerridos y mejor equipados ejércitos (como por cierto lo son) que hayan nunca luchado. Los ingleses se enorgullecen, o solían enorgullecerse, de su «deportividad» (que incluía «dar al diablo su merecido»); y no es que la asistencia a un partido de fútbol en que estuviera comprometido el campeonato de la liga no bastara para desalentar la idea de que la «deportividad» fuera posesión de un gran número de los habitantes de esta isla. Pero es deprimente ver a la prensa revolcándose en la cuneta de manera tan baja como Goebbels en sus mejores tiempos, chillando que cualquier comandante alemán que defienda su terreno en una situación desesperada (cuando también las necesidades militares de su bando se benefician) es un borracho y un estúpido fanático. No me es posible advertir mucha diferencia entre nuestro tono popular y los celebrados «idiotas militares». Sabíamos que Hitler era un pillo vulgar e ignorante, además de tener otros defectos (o la fuente de ellos); pero parece haber muchos p. v. e l. que no hablan alemán que, si tuvieran la oportunidad, manifestarían la mayor parte de las otras características hitlerianas. Había un solemne artículo en el periódico local que abogaba seriamente por el sistemático exterminio de la entera nación alemana como única medida adecuada después de la victoria militar: pues, si os place, ¡No son más que víboras de cascabel y no conocen la diferencia entre el bien y el mal! (¿Y el autor del artículo qué?) Los alemanes tienen igual derecho a declarar a los polacos y a los judíos alimañas exterminables y subhumanas como nosotros a los alemanes; en otras palabras, no tienen ninguno, no importa lo que hayan hecho. Por supuesto, aún hay aquí una diferencia. El artículo tuvo respuesta, y la respuesta fue publicada. El Pillo Vulgar e Ignorante no es todavía un patrón dotado de poder; pero está mucho más cerca de convertirse en uno de ellos en esta isla verde y placentera que lo estuvo antes. Y todo eso lo sabes. Sin embargo, no eres el único que necesita dejar escapar vapor o reventar a veces; y yo podría dejar escapar un vapor si abriera la válvula, comparada con el cual (como la Reina le dijo a Alicia) esto sería solo aire perfumado. No se puede luchar con el Enemigo con su propio Anillo, sin convertirse uno a su vez en Enemigo; pero desdichadamente la sabiduría de Gandalf parece haber desaparecido con él hace mucho en el Verdadero Oeste ….”

A Christopher Tolkien

30 de enero de 1945              

“(…)Bueno, el espacio se me acabará pronto, son ya las 9 de la noche, tengo que escribir por fuerza algunas cartas y mañana debo pronunciar dos conferencias, de modo que tengo que terminar pronto. Leo con ansiedad todos los detalles de tu vida y las cosas que ves y haces… y sufro, (…) recordarás las otras cosas, aun las tormentas, la estepa seca y los olores del campo cuando regreses a esta otra tierra. Puedo ver ahora claramente con los ojos de la mente las viejas trincheras, las casas escuálidas y los largos caminos de Artois, e iría a visitarlos de nuevo si pudiera ….

Acabo de oír la noticia …. Los rusos están a 60 millas de Berlín. Parece que pronto podría suceder algo decisivo. La espantosa destrucción y miseria productos de esta guerra van creciendo hora a hora: la destrucción de lo que debería ser (de hecho, es) la riqueza común de Europa, y del mundo, si la humanidad no estuviera tan embrutecida; esta pérdida nos afectará a todos, seamos vencedores o no. Sin embargo, la gente se complace maligna cuando se entera de la existencia de interminables colas, de 40 millas de largo, de miserables refugiados, de mujeres y niños que se vuelcan en el Occidente y van muriendo por el camino. En esta oscura hora diabólica no parece haber entrañas para la piedad y la compasión, ni quedar imaginación alguna. Con lo cual no quiere decir que todo lo provocado principalmente por Alemania (aunque no por ella tan solo) no sea necesario e inevitable. Pero ¡por qué complacerse en ello! Se suponía que habíamos llegado a una etapa de la civilización en la que todavía fuera necesario ejecutar a un criminal, pero no complacerse en ello, no colgar a su mujer y a su hijo junto a él mientras las multitudes claman. La destrucción de Alemania, aunque se lo haya merecido 100 veces, es una de las mayores catástrofes del mundo. Bueno, bueno… tú y yo no podemos hacer nada para solucionarlo. Y eso tendría que ser la medida del grado de culpa que con justicia debería ser asumida por cualquier miembro de un país que no lo sea a la vez de su gobierno. Bueno, la Primera Guerra de las Máquinas parece estar acercándose a su capítulo final y carente de conclusiones, dejando a todos, ¡ay!, más pobres; a muchos, desgraciados o mutilados; a millones, muertos, y solo una cosa triunfante: las Máquinas. Como los servidores de las Máquinas se están convirtiendo en una clase privilegiada, las Máquinas han de ser enormemente más poderosas. ¿Cuál es su próximo movimiento? ….»

Tolkien vendió inicialmente los derechos de «El señor de los anillos» y «El Hobbit» a United Artists en 1969 fue porque los 100.000 dólares que recibió a cambio iban a permitir que sus hijos pudieran pagar el impuesto de sucesiones tras su fallecimiento, el 2 de septiembre de 1973.

Hoy, la tumba de John y Edith en el cementerio de Wolvercote de Oxford (lápida en la que aparecen grabados los nombres de Beren y Lúthien) es lugar de peregrinación obligada para los millones de admiradores de su obra.

En 1977 se publica «El Silmarillion», de forma póstuma, gracias a Christopher Tolkien. Y tres años después, en 1980, también publica Los Cuentos Inconclusos, una colección de relatos cortos e historias que no encajaban en El Silmarillion ni la versión publicada de El Señor de los Anillos.

Christopher Tolkien no estuvo de acuerdo en que su padre vendiera los derechos de adaptación de «El Señor de los Anillos» y «El Hobbit». Hasta su muerte en 2020 había manifestado su negativa a la puesta en venta de los derechos de los libros publicados gracias a él («El Silmarillion» y «Los Cuentos Inconclusos») así como del resto de material literario que ha ido publicando posteriormente el Tolkien Estate. Como presidente del Tolkien Estate, toda venta debía contar con su aprobación.

Al morir él y su hermana el conflicto y los huecos legales por los derechos de los personajes, y todos los elementos del universo creado por JRR Tolkien ha sido cada vez mayor.

Eso pasó con Amazon y su serie basada en la Segunda Edad y se mencione a Númenor ha sido visto como una prueba de que la serie podría tomar como inspiración «El Simarillion» (lo que es cierto), sobre todo porque su cuarta parte “Akallabêth” habla sobre la caída de dicho reino. El problema con esto es que este libro póstumo de Tolkien, que pudo ver la luz del día gracias a su hijo Christopher con ayuda del escritor Guy Gavriel Kay, es un libro de cuentos y los dos que abarcan la Segunda Edad son de 30 y 20 páginas, respectivamente. Lo que no basta para una serie.

Así que los guionistas se han dado muchas más «libertades creativas» de las que se dio Peter Jackson entre las que se encuentra el daño sufrido por el pueblo de los hobbits al quedar envueltos en las circunstancias de la guerra de «El Señor de los Anillos». personajes clave de la narrativa de Tolkien y razón para que su hijo y representante póstumo dijera:

«Tolkien acabó devorado por su popularidad y absorbido por la absurdez del tiempo. El abismo entre la belleza y la seriedad de su trabajo y en lo que se ha convertido me abruma. La comercialización ha reducido a la nada la estética y el significado filosófico de su trabajo».

Demasiada gente ha dicho que la llegada de actores de color, como el elfo guardia del pueblo que sufre al tener que cortar un árbol o que es feliz solo con el regalo de unas semillas es ofensivo a lo que Tolkien presentaba. Creo que estos textos que fueron de puño y letra del autor muestran que «el espíritu» de su filosofía está presente. Lo que Tolkien reclamaría y con justa razón es el cambio del orden en muchos detalles relacionados con el material que él misma ya había trabajado en idioma, geografía y genealogía.

El mundo globalizado, tecnócrata es la pesadilla que JRR Tolkien temía. Basta buscar el libro de las cartas y leer sus historias en lugar de hacerle caso a un mensaje en Twitter de entes como Elon Musk, adversario económico del dueño de Amazon y tecnócrata por excelencia.

 

 

 

 

Viviana Y. Mendoza Hernández es egresada de la Facultad de Letras de la UACH, es autora de la novela Buscando una vida normal publicada en 2007 por la editorial de la misma universidad, así como algunos textos de sus tiempos como estudiante. Ha participado en diversas actividades de promoción y difusión cultural, así como de lecto-escritura para educación básica. Actualmente colabora (entre otros espacios digitales) en el periódico digital El Devenir de Chihuahua en la sección de cultura y escribe en Estilo Mápula la columna Cine Viv.

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