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El recetario de Como agua para chocolate y la herencia que deja para El invencible verano de Liliana
Por Viviana Mendoza Hernández
Como agua para chocolate significa estar en punto de ebullición, hirviendo, como debe estar el agua para hacer el chocolate. Tita estaba como agua para chocolate: o estaba enojada porque su madre quería que la cuidara hasta que ella muriera, negándole matrimonio y maternidad; o herbía de rabia, se sentía mal y enojada con Rosaura por casarse con el hombre que ella amaba; o estaba perturbada por el comportamiento de Pedro, que estaba celoso al saber que ella se casaría con John. O no podía creer que su hermana obligara a hacer a su hija lo mismo que le hicieron a ella, arruinándole la vida. Por eso ella quería vivir lo suficiente para tratar de impedir que su hermana siguiera llevando a cabo esa tradición familiar, la que la había hecho a ella sufrir durante toda su vida.
Laura Esquivel, Como agua para chocolate, 1989.
El pasado 5 de julio la escritora mexicana Cristina Rivera Garza recibió el Premio Xavier Villaurrutia 2021 por su obra El invencible verano de Liliana (Literatura Random House, 2021), en la que narra el feminicidio de su hermana Liliana Rivera Garza. Tras la premiación, se desató una polémica debido a declaraciones del escritor Felipe Garrido, ante las cuales la autora respondió con contundencia: siempre hay que verlas a ellas, “darnos cuenta de lo qué perdemos cuando nos arrebatan a una mujer”.
Durante su discurso en la ceremonia de premiación, el escritor Felipe Garrido comentó que le parecía que el personaje del feminicida de Liliana estaba “intencionalmente opacado”, y que a él como lector le interesaba conocer más sobre él, su perfil y sus “posibles justificaciones”.
Al leer esa frase no pude más que reírme. ¿No estaba claro desde el título para quién era el protagonismo de esa historia? Hice el ejercicio de preguntar a niños acerca de la pista que podría darles el nombre del libro y el resultado fue contundente. Se trata de lo que le pasó a Liliana en el verano.
Algunos preguntaron si se trataba de sus vacaciones, otros de su cumpleaños, otros si se enfermó. Tenían muy en claro que se trataba de lo que ella vivió.
Alguien con más experiencia, que pudo leer el libro, escuchar las entrevistas y asomarse a las razones del jurado para darle el premio, era de esperarse que supiera que lo menos importante en esa historia eran las motivaciones (de verdad muy poco complejas) de un personaje que llega solo para darle final.
«La autora narra con sobriedad y diversos recursos literarios y testimoniales, la desgarradora experiencia familiar de un feminicidio no resuelto», expuso el jurado en el acta deliberativa, en un comunicado emitido por el INBAL.
Además, el jurado explicó que «la novela reconstruye las atmósferas de finales del siglo pasado y advierte los signos de una violencia ominosa hacia las mujeres, que aún se sigue padeciendo».
«Este es un premio para Liliana Rivera Garza, mi hermana menor, a quien perdimos hace 30 años a causa de la violencia machista. A ella le habría gustado compartirlo con todas las mujeres que nos han sido cruelmente arrebatadas en México y en el mundo», declaró Rivera Garza en el comunicado.
Sobre la novela ganadora, la autora señaló que «El invencible verano de Liliana» es producto del cúmulo de documentos que su hermana dejó como testigo durante sus dos décadas de vida, y por ello considera que este libro tiene una doble autoría.
«Pude escribir El invencible verano de Liliana gracias al archivo meticuloso que mi hermana fue construyendo durante su breve paso por la tierra», expuso.
Al informarme más de ese asunto me extrañó mucho leer a quienes decían que ella debía agradecer los consejos del escritor por su trayectoria. Así que investigué un poco la trayectoria de Cristina Rivera y pueden ver que no es tan «improvisada» como para ignorar los textos que él “le recomendó”.
Cristina realizó estudios de sociología en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), así como estudios de maestría y doctorado en historia latinoamericana en la Universidad de Houston; donde además es profesora distinguida y fundadora del doctorado en escritura creativa en español.
Cuenta con más de una decena de libros publicados a través de géneros diversos como cuento, ensayo, novela y poesía. Entre sus títulos más recientes, además de El invencible verano de Liliana, se encuentran Grieving Dispatches from a Wounded Country (2020) y New and Selected Stories (2022); ambos traducidos por Sarah Booker.
Entre los premios y reconocimientos que ha merecido se encuentran el Premio Bellas Artes de Novela José Rubén Romero 1997, Premio Sor Juana Inés de la Cruz 1997, Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco 2017, Premio Shirley Jackson 2018, Premio Donoso 2021, Premio Nuevo León Alfonso Reyes 2021, Premio Mazatlán 2021, así como la beca MacArthur 2020-2025.
Así que seguí revisando lo que dijo acerca de la historia que escribió entre los boletines oficiales y me encontré con estas palabras.
Con mucha frecuencia, los sistemas institucionales contra la violencia doméstica y el terrorismo de pareja fallan, y lo hacen rotundamente, contribuyendo así a aumentar el poder material y simbólico del depredador. En 1990, cuando nadie hablaba de estas cosas, cuando a la violencia de pareja se le seguía asociando estrechamente a erupciones de pasión que, a veces, se convertían inadvertidamente en crímenes, cuando ni las víctimas ni sus seres queridos ni siquiera los victimarios tenían un lenguaje capaz de describir, y luego entonces de definir, y más aún contrarrestar, la violencia ejercida en nombre del amor, con la excusa del amor, era fácil, dolorosamente fácil, no estar al tanto del riesgo mortal que dicha violencia implicaba.
Había estado buscando una forma de escribir acerca de Como agua para chocolate, la novela de Laura Esquivel llevada al cine en 1992, bajo la dirección de Alfonso Arau y protagonizada por la actriz mexicana Lumi Cavazos y el actor italiano Marco Leonardi, porque admiro cómo abrió el camino a las historias familiares, el cuidado que tuvo de combinar las recetas con las experiencias y cómo esa misma lucha entre las inercias generacionales y la libertad de las descendientes sigue vigente en cintas como Encanto de Disney, donde una niña colombiana en cuya familia todos tienen poderes mágicos, excepto ella, y el recorrido de la historia familiar donde la abuela busca preservar esos poderes, aunque eso dañe emocionalmente a la familia. Sin olvidar a Red, la historia de Mei Lee, donde una niña de 13 años un poco rara pero segura de sí misma se debate entre ser la hija obediente que su madre quiere que sea y el caos propio de la adolescencia. Ming quiere que su hija honre sus tradiciones trabajando en el templo familiar y pone resistencia a los impulsos de Mei de salir y ser una típica adolescente.
Esa situación de las generaciones también aparece en El club de la buena estrella, adaptación de la popular novela homónima de Amy Tan. La película, dirigida por Wayne Wang (Sucedió en Manhattan), estuvo nominada en los Premios BAFTA en la categoría de mejor guion adaptado. Se estrenó apenas un año después de Como Agua para Chocolate.
El gran defecto que siempre me incomodó en Como Agua para Chocolate es el manejo del amor romántico de la protagonista. Tal como menciona Cristina Rivera, era un tema que todavía no se cuestionaba tan abiertamente.
En esos tiempos, tanto el cine mexicano, como la literatura, tenían otros retos, como bien menciona Alfonso Arau cuando le preguntan sobre Como agua para chocolate:
Fue una película que cambió mi vida, me abrió las puertas como director en Estados Unidos, donde se mantuvo por más de 10 años como el filme en habla hispana más taquillero, así que también es un referente importante de la cinematografía mexicana en el extranjero ―expresó Arau en entrevista con Notimex.
En aquel tiempo, como ahora, el principal problema a la hora de hacer cine en México es conseguir financiamiento, la película tuvo un presupuesto de dos millones de dólares, mientras que en aquella época el promedio para hacer una película era de 300 mil dólares ―recordó.
Como agua para chocolate fue traducida a más de veinte idiomas, recibió diez Premios Ariel y estuvo nominada como mejor película extranjera en premios como el Globo de Oro y el Bafta.
Tras el éxito de Como agua para chocolate (1992), Arau siguió dirigiendo películas como Un paseo por las nubes (1995), Cachitos picantes (2000), Zapata el sueño del héroe (2004) y La trampa de luz (2010). Para quienes les atrae Keanu Reeves y las historias sobre la vida en el campo, la cinta de Paseo por las nubes va a gustarles.
Al llegar el momento de acercarme a la autora de la novela y el guion, me encontré con una entrevista con Gisela Orozco para el Chicago Tribune el 18 de agosto de 2019. Treinta años después de la publicación de Como agua para chocolate, Laura Esquivel habló acerca de su perspectiva.
“Cuento las historias de mujeres que de pronto estaban en la cocina, pero no por eso dejan de participar en lo que sucede”, dijo en referencia a los tiempos en los que se desarrolla Como agua…”, que van de la Revolución Mexicana a la década de los años treinta del siglo pasado.
(Con las hermanas) presento tres propuestas: Rosaura, la mayor, que no quiere cambios; Gertrudis, que es la mujer que sale de su casa, que plasma el movimiento feminista, la liberación sexual y la incorporación de la mujer a las actividades masculinas; y está Tita, que, desde un mundo íntimo, realiza la revolución más poderosa, que es hacer morir en ella una tradición castrante y no pasarla a la nueva generación ―explicó
Aquí entra una observación publicada el 27 de marzo de 2015 en Milenio:
Si leemos atentamente, notaremos que las imágenes que nos dan del ejército villista son un tanto románticas, pues es bien sabido que en las filas villistas las mujeres eran despreciadas y desvalorizadas, considerando más valioso a un caballo que a una mujer, como lo declara Elena Poniatowska en Las soldaderas (2000): “Los caballos recibieron mejor trato que las mujeres.
Aspecto que no le quita mérito al tratar de marcar el contraste en la forma que cada hermana se planteó lo que quería en la vida. Más cuando la escena de la hermana que escapa fue una de las más impactantes y escandalosas para algunos de los que vieron la película en ese entonces.
El asunto es que la historia tiene más ramas en las novelas El diario de Tita (2016) y Mi negro pasado (2017). Y de eso habló Laura Esquivel en la entrevista.
Soy una persona optimista, a pesar de lo que veo en la realidad. Estamos presenciando el derrumbe de un sistema terrible, pero también el surgimiento de algo y eso siempre es esperanzador. Por eso he decidido hacer la trilogía cuya última parte acontecerá en el México actual, con una mujer que tiene graves problemas con la comida, es comedora compulsiva, no sabe cocinar y que en cierto modo funciona como el reflejo de una sociedad que ha perdido mucho el sentido de hacia dónde ir. El diario de Tita será una especie de eslabón perdido entre el rancho de Como agua para chocolate y el mundo actual. Ahí es donde uno puede ir hacia atrás para preguntarnos qué es lo que hemos dejado de hacer, dónde nos equivocamos, cuándo se perdió el camino, por qué hemos permitido llegar a esta crisis tan lamentable.
Mi negro pasado se ubica en el tiempo actual, con una protagonista que es tataranieta de Pedro, el gran amor de Tita y de su hermana Rosaura, y aunque no se enfrente a una madre opresora, sí lo hará contra un sistema que quiere decidir por ella.
“(La protagonista) no cocina, es gorda, tiene problemas con la comida y lo que va a restablecer este rompimiento (con el pasado) es el diario de Tita”, adelantó la escritora en otra entrevista previa a la publicación del tercer libro, donde además disiente con aquellos que la alinean con el realismo mágico, la etiqueta por excelencia de la literatura latinoamericana de la segunda mitad del siglo pasado.
Sirve recordar que, en entrevista, la escritora Guadalupe Loeza recuerda cómo se enteró de la existencia de la primera y más famosa obra de Esquivel: “Nunca se me olvidará el comentario de Elena Poniatowska un día en que la invité a comer, hace muchos años, en Tepoztlán: “Estoy leyendo un libro que es versión femenina de Gabriel García Márquez”.
Poco a poco, con el paso del tiempo, dejaremos de usar la frase «versión femenina» al referirnos a una historia escrita por una mujer, pues hemos dejado de tener dudas acerca de nuestro lugar en la ciencia, la política, los deportes y todos los espacios disponibles.
Ya me estoy acercando al cierre de esta reflexión acerca de las coincidencias entre lo importante que resultó la historia de Como agua para chocolate, tanto en su forma de novela como de película, al impulsar la escritura de la propia voz y experiencia familiar, y romper lo que se conoce como trauma transgeneracional.
“No hay un dolor que alguien tenga que no esté afectando a los demás”, insistió en varias ocasiones Laura Esquivel durante sus entrevistas sobre la trilogía, pues estima que una vía para “reconectar” entre unos y otros, quizás “la más bella”, es crear una “memoria común”.
“El invencible verano de Liliana es un telar en el que amigos, maestros y familia, van poniendo los hilos. Es un archivo hecho con palabras de la comunidad y de Liliana misma», comentó Sara Uribe, escritora y crítica literaria. Refirió que la obra nos hace atisbar, desde una percepción colectiva, las complejas aristas y los efectos devastadores de la violencia sobre los cuerpos las vidas y los territorios.
Este libro es un mapa con señalamientos; las calles por las que caminaba, las tiendas donde compraba pan, las fondas en las que comía, su estación del metro, la parada de su autobús. Como si la violencia lo sembrara todo, lo abarcara todo, una ciudad entera, sus habitantes, un país.
Así que no es necesario para la historia de El invencible verano de Liliana darle voz a un personaje que no forma parte de esa búsqueda. La historia de Liliana está entre las herencias de lo que vale una vida y lo que no queremos que se repita en las siguientes generaciones.
Para finalizar.
Una verdad que dijo Felipe Garrido y que admito abiertamente luego de tener en mi colección cintas como Sin City o Kill Bill es “…de La Biblia en adelante, seguramente también hacia atrás, hay una multitud de obras de arte que exploran las justificaciones de los feminicidas (…) está claro que los crímenes nos fascinan”.
Estoy totalmente de acuerdo con la fascinación que tienen los crímenes, basta ver cuáles son las series de televisión más vistas, el por qué los medios se apoyan tanto en la nota roja y la admiración que tenemos muchos por la trilogía de El Padrino, tanto que la muerte de James Caan, conocido por su papel de Sonny Corleone fue una de las notas principales de ese día, y me habría dedicado a escribir de esa historia que también cuenta con el deseo de una persona que no quiere heredar a sus hijos toda la violencia, impunidad, y sufrimiento que acarrea ser parte de una familia con una pasado complejo.
Título original: Como agua para chocolate.
Duración: 105 minutos
Año: 1992
País: México
Director: Alfonso Arau
Productor: Alfonso Arau
Fotografía: Emmanuel Lubezki, Steve Bernstein
Guion: Laura Esquivel (Novela: Laura Esquivel)
Elenco: Marco Leonardi, Lumi Cavazos, Regina Torné, Ada Carrasco, Yareli Arizmendi, Mario Iván Martínez, Claudette Mallé, Pilar Aranda, Rodolfo Arias, Margarita Isabel, Farnersio de Bernal, Joaquín Garrido, Sandra Arau, Arcelia Ramírez
Premios:
1992: Globos de oro: Nominada a mejor película de habla no inglesa
1993: Premios BAFTA: Nominada a mejor película en habla no inglesa
1993: Premios Independent Spirit: Nominada a mejor película extranjera
1993: Asociación de Críticos de Chicago: Nominada a mejor película extranjera
1992: Premios Goya: Nominada a la mejor película extranjera de habla hispana
1991: Premios Ariel: 10 premios, incluyendo mejor película y director. 14 nominaciones.
Viviana Y. Mendoza Hernández es egresada de la Facultad de Letras de la UACH, es autora de la novela Buscando una vida normal publicada en 2007 por la editorial de la misma universidad, así como algunos textos de sus tiempos como estudiante. Ha participado en diversas actividades de promoción y difusión cultural, así como de lecto-escritura para educación básica. Actualmente colabora (entre otros espacios digitales) en el periódico digital El Devenir de Chihuahua en la sección de cultura y escribe en Estilo Mápula la columna Cine Viv.