Dintel de Almudena
- El Ritual
Por Almudena Cosgaya
Al imaginarme a solas con Hetthel a medianoche, en está habitación y tras haber leído su historia, me corre un escalofrío por todo el cuerpo. Cómo es posible que una mujer desaparezca de la noche a la mañana.
Víctor Hugo era un hombre apacible, le encantaba escapar de la ciudad los fines de semana. Había encontrado el lugar perfecto, fuera del bullicio de la ciudad en una aplicación de renta de viviendas. Como un hotel, pero más íntimo.
Apenas había ingresado en la vivienda cuando sintió una extraña opresión en el pecho. Sin tomar en cuenta aquello recorrió el lugar. Fue en la habitación principal donde encontraría una especie de diario, el cual no dudó en leer.
Repentinamente, el cuaderno cayó de las manos y sus labios se secaron. Alguien o algo estaba detrás suyo; pudo sentir un frío intenso recorrer su espina dorsal. Quiso girarse, pero el cuerpo no le respondía.
Estaba solo, y sin embargo sentía la habitación llena.
«Los fantasmas no arruinaran mi estancia», se dijo Víctor mientras sacaba las cosas de la maleta.
Un día, dos días pasaron. Al tercero, los sucesos emprendieron un rumbo extraño. Era de noche, hacía frío, pero como otros muchos y raros aspectos de su estancia allí. A pesar de todo, nada de lo que ocurrió habría podido hacerlo sospechar de nada, a no ser que fuera solo un sueño e incluso como sopor. Nade fue particularmente horripilante ni aterrador.
Víctor Hugo soñó sencillamente que estaba dormido, y que, mientras estaba en la cama, una luz aparecía en el techo. Era cálida e hipnotizante. De pronto una nube vaga indefinible surgía envolviendo la luz. La nube comenzó a tomar forma de una enorme y amorfa criatura, con tentáculos que emergían de su monstruosa cabeza y balanceándose hacia el frente y atrás como una serpiente, como una gorgona. De pronto sonó una melodía rarísima y una voz entonaba un soneto.
La sangre se le congeló al percatarse que la criatura iba descendiendo con la intención de envolverlo.
Poco a poco la conciencia llegó a Víctor. Y todo se disolvió en una bruma. Estiró su brazo para prender la luz, estaba bañado en sudor. Sin duda era un sueño, nada tenía sentido. Era una pesadilla, no había duda, pero le faltaba el terror que produce, la sensación de no poder escapar.
¿Y si eso le hubiera ocurrido a Hetthel?, ¿no está él en el mismo predicamento?
Aunque no sentía miedo, aquel ser amorfo, aquella voz recitando el soneto y la extraña melodía le daban la impresión de que todo era parte de un ritual.
Apago nuevamente la luz, sin saber que todo estaba por terminar. Algo salió debajo de su cama sin que Víctor Hugo pudiera percatarse, mientras el soneto y la melodía seguían reproduciéndose en su cabeza. Todo estaba dicho.
Aquella noche siguió el camino que no tiene retorno. Miró el precipicio y el precipicio miró dentro de él.
Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.
Excelente sigue con esas historias 👍🏼
Excelente escrito, me facina la intriga k dejas a tus lectores….